jueves, 26 de diciembre de 2019

UN CUENTO DE AMOR...¿VENGANZA?


LA CASA DE “ PEDEMONTE”.

                        Nos sorprendió el telegrama que llegó con tres días de atraso. Es normal, pensamos, así anda el correo. Atenea, se acercó llorando (ella hay que reconocer amaba mucho a los tíos de Pedemonte) y nos mostró la foto que siempre tenía en la cómoda. Así es ella. Como la única soltera sin hijos, se aquerencia con familiares viejos y llenos de achaques, a los que visita y habla por teléfono cada semana. Nosotros le ofrecimos llevarla en la camioneta y nos pidió dos días.
-   ¡ Total, no llegaría para el ceremonial! – dijo mientras comenzaba el trajinar del viaje. Su estricto vestido negro, medias y moño negro, le daban la apariencia de un precioso murciélago pequeño. Era un puñado de huesitos y carne magra.
                        Partimos el jueves 23 de agosto, con un temporal de aire gélido, que más parecía Julio. La camioneta rebozaba bultos, ya que Atenea, juntaba todo el año cosas para la gente de “Pedemonte”. Eran verdaderamente cadenciados. Ropa, zapatillas, frazadas, ollas y cualquier cacharro, iba a parar al dormitorio que servía de almacén.
                        La estancia “Pedemonte” quedaba junto al río El Refugio, bajo el Cerro “El Volcán”. Cuatrocientas hectáreas de una tierra árida pero en la que se podía criar animales. A veces vacas otras,  oveja y chivos. Los tíos, nunca se atrevieron a echar a los aposentados por respeto a las tradiciones. La gente ruda, agradecida cuidaba todo como si fuera de ellos. El tío, les pagaba con ganado y lana. También podían tener guanaco y llamas. La lana es muy buscada y ganaban buen dinero con todo eso. Llegamos tras cinco días, atravesando medio país. Cansados y mustios. Atenea, estaba triste y alegre. Vería a sus queridos montañeses. Los chicos, que nacían año a año, la tenían por madrina. Ella era su referente y guía.
                        La casa desierta parecía un museo en refacción. Daba escalofrío atravesar esas enormes habitaciones y pasillos con el eco de las pisadas en el pavimento helado. Don Aquino, encendió leña en todas las chimeneas y caldeó el estar y los dormitorios. Trajo una paleta de guanaco y en un caldero de hierro, hizo un cosido con verduras de la casa. Una vez que comimos y nos quedamos a charlar, llegó Lorenza. Era quien cuidaba a los tíos. Relató sus últimos momentos con la serena sensación del deber cumplido.
                        Nos dormimos tranquilos y satisfechos, sabiendo que nos esperaba un largo trajín: ordenar la casa. Atenea, como siempre, se despertó al alba y preparó un desayuno digno de sus manos mágicas. Luego nos organizamos. Leonardo revisaría todos los libros de ingreso y egreso del escritorio del Tío. Yo, me dedicaría al dormitorio principal y Atenea al salón de estar y costura. Así comenzó la gran aventura. Abrir el enorme ropero fue un acto sublime. El gran espejo de luna, reflejaba el brillo que hubo en un tiempo lejano en esa casa. Encontré vestidos de seda con encajes a bolillo, de terciopelo con pasamanería francesa y camisones, negligé y ropa íntima de una exquisitez incomparable. De un pequeño cajón cayeron unas viejas cartas. El papel amarillento, aun conservaba el perfume a violetas que usaba la tía. Las dejé. Me llamaban. Me negué. Me gritaban… léeme. Caí rendida a los pies de la cama. Con las cartas comenzó un viaje por un mundo increíble. Temblando abrí la que me pareció más vieja:
                                                                                  París, 3 de febrero de 1926.
            Mi amada Mafalda:
                                               La nieve cae sobre los Campos Eliseos. Tengo frío y hambre, pero no por este clima extremo sino por tu ausencia. ¿Cuántos días hace que no te puedo abrazar? ¿Cuántos que tu boca no deja su sabor a durazno maduro en la mía?   He alquilado un altillo en Saint Ferrier y Gotard, es una callecita encantadora, llena de gente amable que vende verduras y pastelería. La “patrona” controla a todos los habitantes de esa inmensa casa. Los hay de Grecia, de Äfrica del norte, donde la France tiene sus colonias, de Japón y China… es como estar en el mundo entero. Algunos apenas hablan el idioma. Otros, como yo, que lo aprendí de pequeño, ayudamos a entenderse a los otros. Ya acudí a la Academia. ¿Creerás que hay muchos “ indianos” como nos dicen acá, aprendiendo de los grandes pintores? ¿Sabes que te amo? Extraño las noches bajo la luna en el río.¡Tu pequeños pechos rosados en mis manos…tu vientre sobre mi cuerpo rústico…! Mafalda, deja tu familia y ven a mí.
                                               Te espera tu amado Paolo.
P .D :/  escríbeme pronto porque voy a enloquecer. Recuerda que eres mi más cálido recuerdo en el frío del hemisferio norte.
¡Viva la France! Paolo

            La sorpresa me dejó perpleja. La tía Mafalda era una mujer seca, arisca, sin amigos. Nunca tenía una sonrisa. Manejaba la casa como un cosaco. El simpático y alegre era el tío Costanzo. No entendía cómo esa mujer malhumorada había despertado un amor tan cálido. ¿Quién sería el tal Paolo? Nunca oí de él y menos supe que la tía tuviera correspondencia con un artista. De inmediato, tomé un sobre con letra apretada pero delicada. Imaginé que era del joven estudiante. El perfume a tabaco y cuero, me recordó el olor que despedía el abuelo de mamá. Temblando leí:

                                                                       Buenos Aires, 17 de abril de 1926.
Mi adorado Paolo:
                                   ¡Por fin carta tuya! Ya desmayaba por saber si aun recordabas mi nombre. Acá comienzan a caer las hojas de los árboles de Palermo. Yo le pido al chofer me lleve al museo de arte, para así estar de alguna manera junto a ti. ¿Sabes cuánto te extraña mi corazón? ¿Y mi cuerpo? Si supiera mamita que eres mi refugio elemental y tierno, no haría el baile para festejar mi ingreso en sociedad. Me han llevado a un salón donde traen los vestidos de París y yo acaricio las sedas, pensando que son tus manos la que me acarician. El “Círculo social” será el centro de la gran fiesta. Ese día serán presentadas otras muchachas. Entre ellas está Dionosia H., Rebeca Y. Juanita R. y por supuesto yo. Me voy a sentir como ene. Escaparate de un gran “tiovivo”. Horrible y trágico.  Los jóvenes caballeros que asistirán, todos de encumbrados apellidos y jugosas herencias, apostarán a qué estúpida muchacha elegirán para bailar y sopesar si vale la pena casarse con ella o no. Yo, tendré el carnet lleno. Pero mi corazón y mi cuerpo… siempre será totalmente tuyo. Te amo. Mafalda.
P.D. : recuerda enviarme las cartas a casa de Georgina, ¡Nunca a mi casa!. Si mamá se entera que llegan cartas tuyas, me encerrarán en el convento de las Carmelitas Descalzas de Córdoba. Papá te mataría y después a mí. Te amo, Mafalda.

             El llamado a almorzar de Atenea, me sacó del embrujo de lo que estaba leyendo. Me propuse no decir nada y sólo contar las bellas prendas que venderíamos en San Telmo, al regreso. Se paga muy bien ese tipo de prendas y como están impecables serán furor. La charla se diluyó en los negocios del Tío y así pude esconder mi descubrimiento. El tío Costanzo era muy ordenado y tenía todo anotado. Su letra menuda y firme, que aun escribía con una pluma cucharita, había guiado a Leonardo por los vericuetos de la fortuna amasada por los tíos y que sería la herencia nuestra. Leo, estaba eufórico. Aunque aun no encontraba el testamento, estaba seguro que cada uno de nosotros no deberíamos trabajar más hasta la vejez. Tras descansar un rato bajo la galería cubierta disfrutando un café y la maravillosa vista panorámica de las serranías, nos alejamos, cada uno hacia su tarea. Yo deliraba por volver al atado de cartas. Desgajé la cinta verde malva y me volví a sentar en la alfombra. Allí tomé la carta…
                                                           París, 19 de noviembre de 1928.
Querida Mafalda:
                        Tus reiteradas cartas, que llegan con un atraso mayúsculo, me han incitado a contestarte pronto, ya que cada día tengo menos tiempo para perder. La academia, es un hervidero de gente que pulula tratando de obtener de los maestro más y más atención. Ya he pintados varios cuadros y un “marchand” de Rive Goche, me ofreció comprar a nombre de un coleccionista anónimo. El maestro Roubart, me felicitó e instó a que siga dentro de esta escuela llamada expresionista. Hay un loco, pintor de España. Que se llama Picasso, que hace cosas parecidas a las mías y hace furor. Yo también te extraño. Acá me he encontrado con varios argentinos. Algunos viene a gastar fortunas de sus padres y abuelos y otros a tratar de estudiar. Hemos reunido un pequeño grupo y nos juntamos a beber, fumar y probar algunas sustancias que traen de oriente. Es maravilloso lo que puedo pintar bajo el efecto de eso. Me ha permitido sacar mi yo interior. Hay una joven argentina, que te conoce y no hace sino alabarte cada vez que nos juntamos. Es muy simpática y te manad besos. Se llama Juanita. Es amiga tuya, dice, que las presentaron en sociedad en la misma fiesta.
                        Bueno preciosa, sigue esperándome. Te amo. Paolo.
P.D.: recuerda que me debes una fotografía tuya, para que pinte. Recuerdo todos los amigos que dejé allí. Te quiero Paolo.

Atenea, se acercó silenciosa por el pasillo y asomándose indagó el porqué de mi silencio. Yo no pude evitar mostrarle las cartas. Ella sonriendo me dijo: -“ yo conozco toda la verdad”- y con una risita nerviosa regresó corriendo a la sala donde estaba trabajando. Yo la quise seguir, pero de una de las cartas, cayó una fotografía amarillenta con el rostro afilado y simpático de un hombre joven. De cabellos largos, cejas delicadas y labios gruesos, miraba hacia el horizonte en una postura un tanto estereotipada. Detrás había un paisaje artificial con cortinas de paño. Su traje, era muy desestructurado para la época. : 1930. La tía Mafalda era tan susceptible y trágica, nunca se sacó el luto por la muerte de su madre. Esto suponía yo. Pero…

                                               Buenos Aires,  24 de diciembre de 1930.
Mi amado Paolo.
                        Han pasado casi 18 meses, que no tengo noticias tuyas. Ayer en el Hipódromo en Palermo, nos encontramos con Juanjo Andaerrechea, que hacía correr una yegua que importó de Arabia, y me dijo que te vio en París. Habló mucho de ti. Que estabas muy delgado, que pintabas cosas muy extrañas y que te las sacaban de las manos los coleccionistas. No me quiso decir con quién vivías, pero estoy sospechando que una mujer cubre mi lugar. No puede ser que ya me han devuelto más de veinte cartas desde tu vieja dirección. Él, Juanjo, me trajo la nueva y esta carta va a tener el privilegio de llegar a tus manos. Dime con sinceridad qué debo esperar. Yo te sigo amando.
                                               Tu olvidada Mafalda.
P.D. : Me contó Juanjo, que el cuadro que pintaste con mi fotografía está en una galería muy importante de París y que te han ofrecido fortunas para comprarlo y que te niegas. ¿ Dime por qué? Si aun me amas vale, sino véndelo y disfruta de la vida. Mafalda.   

Con una curiosidad increíble, me volqué a buscar las otras cartas. Luego de revisar cartas y tarjetas de amigos y viajeros conocidos de Mafalda, encontré la tan ansiada carta de respuesta de Paolo. Y lágrimas inesperadas se fueron deslizando por mi mejilla.
                                              
                                               París, 5 de febrero de 1931.
Mi querida Mafalda.
                                   Quiero ser sincero. Mi amor por ti se ha transformado y si bien sigues estando en mi corazón, son tantas las leguas que nos separan y la vida aquí es tan diferente que te ruego me comprendas. He triunfado en Europa y París me tiene como a un niño mimado. No regresaré a ese país de ignorantes, que se reiría de mi trabajo, como se rió de las obras de Picasso, cuando éste trató de hacer una muestra en Buenos Aires. La sociedad porteña es muy mediocre y sólo venera a los cautos que pintan de acuerdo a lo que los abultados vientres de ganaderos y terratenientes pueden poner en sus salas.
                                   Tienes derecho a hacer tu vida. Recuerda cuánto te estima mi primo Costanzo quien me pregunta siempre cuando  pasa por París , por ti. Él, está cerca de ti y no lo ves. Sería un excelente marido y padre de los hijos que nunca tendremos. De alguna manera correrá mi sangre en la de tus hijos. Sólo te ruego que bautices a uno con mi nombre. Será el heredero de mi amor que se fue diluyendo a la distancia. París, me atrapó en todo. En mis largas caminatas por Montparnasse y la campiña, rememoro los paseos de tu brazo y pienso que he perdido mucho. También he ganado mucho en mi inspiración y mis obras. Tu retrato está en la galería de expresionistas de París, finalmente lo vendí con mucho dolor, pero puedo volverte a pintar mil veces, como hace un amigo mío. Su nombre es Salvador Dalí y vive en España. Pinta a su amada Gala una y otra vez y siempre es más hermosa, como imagino estarás tú.
                                   Es difícil decir adiós a un amor como el nuestro, pero nadase rompe, sólo quedará en suspenso hasta que algún día nos volvamos a ver. Recuerda mi primo Costanzo te ama secretamente y yo estaré jubiloso si tú accedes a casarte con él.
                                   Nunca me olvides y yo nunca dejaré de pronunciar tu nombre sin saborear tus besos de otrora.
                                   Afectuosamente Paolo.
P. D. : te envío una foto para que veas qué viejo y feo soy. Hasta la próxima primavera que vendrá Costanzo a visitarme a París. Seguro de Luna de Miel, contigo. Paolo.

                        Las letras estaban borroneadas por las lágrimas y mirando la fecha, descubrí que la Tía Mafalda desde el año treinta usó luto. Por su ropa y la moda, hasta en la foto de su boda el vestido era negro, cosa que escandalizó a medio país. La sociedad no podía entender a esa chica que entraba a la iglesia catedral con un traje de novia totalmente negro. Yo comprendí el porqué.
                        Cuando nos juntamos a cenar, Atenea, nos relató el resto de la historia. La tía se casó con el primo de Paolo, pero éste al comprender que ella había “amado” a otro hombre antes, nunca la tocó, no durmieron nunca juntos, por eso no tuvieron hijos. Y así él, logró vengarse de la “vergüenza” que significaba haber caído en la trampa social de su familia que trató de tapar el deshonor de Mafalda. Yo, dijo, soy la hija ilegítima que tuvo mamá y que escondieron. Jamás Paolo supo que era mi padre. Ahora, comamos y bebamos por el amor más triste y frustrado de la familia.  


DON JOSÉ EL BUEN MECÁNICO



  Un día supimos que el vecino se llamaba  José y era un verdadero mago para arreglar todo. Eran épocas en que las casas no tenían rejas y las puertas cancel permanecían abiertas en los zaguanes.  Las veredas brillaban y a la nochecita se escuchaba el silbato del policía que hacía la ronda para tranquilizar a las familias. Todos se conocían y salían en las tardes de veranos con silletas a tomar el fresco en las veredas. Los niños jugaban con las bicicletas o patines. Otros a la mancha venenosa o las bolitas. La payana era el preferido de las chicas de doce a trece años y los varoncitos las miraban de reojo mientras intercambiaban figuritas de fútbol o automovilismo, la difícil era la de Fangio en Italia. Los vecinos hablaban trivialidades o sobre fútbol y las mujeres de la última película o novela en capítulos de folletín.
Don José, como todos, se sentaba en una silla baja y entre las piernas colocaba algún motorcito que estaba limpiando o arreglando. Sus manos siempre hábiles, tenían impregnado el aceite de máquina o la grasa de litio. Hacía maravilla con las “Singer” cuando se trababan y ya sabía arreglar los lavarropas a paleta, que eran el tesoro de algunas señoras del vecindario. 
Los chicos lo querían y lo rodeaban porque mientras hacía sus tareas contaba historias de cuando era chico. Había vivido siempre junto a la alameda, al lado de la sinagoga y los rabinos le daban un espacio para que guardara algunas máquinas que no le entraban en su tallercito.
Un día se fue del barrio sin explicaciones, se lo extrañó tanto, que todos preguntaban por él. Una vecina le contó a mi mamá, que el bueno de don José, se había enamorado de una mujer casada, que vivía en la calle España. El marido, que era violento y golpeador, lo descubrió y prometió matarlo con su escopeta. Huyó, sin dudas. Así después de muchos años lo vimos regresar, canoso y senil el rostro, buscándola. Supo que había enviudado. Nunca la encontró. Dicen que está internada en “El Sauce”, el psiquiátrico de Bermejo. El viejo la fue a buscar, pero nadie quiso decirle si ella vivía. Papá, me relató, que Asunción, así se llamaba aquella mujer, había vagado un tiempo por el barrio hablando sola, juntaba bolsas con papeles y trapos, dormía con unos perros callejeros y que nadie la ayudaba. Apenado papá, trató de ayudarla, pero se negaba asustada. Él, le  pidió a un amigo que la internaran y cuando desapareció, creyó que había sido en un hospital de enfermos mentales. Mamá me contó otra cosa… pero prefiero olvidarlo, ¿para qué saber cosas tan tristes que no tienen remedio?

EL BOCHA, lenguaje argentino vulgar




                  
   Escúchame… Petiso esto es serio, te necesito. Sólo con vos podemos cambiar algo las cosas. Es por don Paco.
                   Cuando le llegó el telegrama de despido al Bocha,  se “pudrió” todo. Justo a la semana siguiente que le pidió plata prestada al padrino, para ir a BS.AS.. Imagínate que nadie mejor que él, para deber “guita”. La mitad de su vida garroneó para sobrevivir. Su infancia heroica en la calle, aconsejado por el padrino. “¡Tipazo bonachón!”Pensar que lustraba botines en la esquina de San Martín y Lavalle. Porque don Paco…fue, es y será bueno de alma. ¿Te acordás los sánguches que traía de su casa, la de la Alameda, para todos los pibes que rondábamos por ahí cerca del ferrocarril o en el mercado “La Pirámide”? Yo, si eran de mortadela con lechuga o tomate, me volvía loco, me gustaban tanto, que a veces le pedía dos, pero él decía: - “Pará “Chueco” dejá pa´los otros que también tienen ganas”- Nunca habló del hambre para no hacernos sentir mal. ¡Un tipazo, el don Paco!
                   Crecimos, algunos bien, otros torcidos, como él decía, te acordás hermano... Eso lo abrumaba. Un día me lo contó, porque nos quería como a hijos; que su mujer nunca pudo darle un pibe. Él, nos metió en el bocho el amor a la Argentina, al “laburo”, nos obligó a estudiar y por supuesto a honrar al equipo de nuestros amores, Boquita. Pero mirá, el Bocha ahora, justo ahora, se metió en un lío. No sé qué vamos a hacer. ¿Me dejás que te recuerde por las dudas? Vos fuiste de los que menos necesitaste del viejo lustrabotas, tenías a tu papá y a tu mamá, los dos con trabajo seguro.  ¡Humildes pero de fierro!.
                   Hace como dos años, don Paco le consiguió al Bocha, un laburo en una empresa contratista del estado, que construye caminos, ahí él, manejaba los camiones. Era bueno al volante. Todos aprendimos  en la chatita de don Paco los domingos después que se terminaba el lustre. El Bocha aprendió a manejar re bien. Y ahí comenzó a laburar con él. Me acuerdo que a veces nos llevaba a comer tallarines que amasaba su “jermu”, después, todos salíamos en la chata hacia la cancha. Banderas, cornetas y el termo con yerbiado y tortitas con chicharrones. ¡Qué época inolvidable, ¿Te acordás?! De acá en Mendoza, él, era hincha del Globo, pero si le daba el bolsillo, más de una vez nos llevó a ver un clásico en la cancha, a ver los equipos de la “capi”, los grandes de la primera. Vos sabés ¿cómo me emociono cuando veo alguna foto que nos sacó en una vieja máquina de su hermano?. Están amarillas pero todavía nítidas. El Bocha me dejó perplejo cuando me llamó desde la frontera. Fijate que llevaba una carga importante por el corredor andino, y lo atrapó una nevada de esas que te dejan varado diez o doce días. Allí conoció a un camionero brasileño que le pidió entregara por él, un paquete en Chile.  Me llamó, el Bocha, porque está en cana. Los gendarmes lo pararon, le revisaron la carga y... ¡Sorpresa! Le encontraron el bagayo. De inmediato me hace viajar para allá, y me encuentro con los “bifes” listos. ¡El Bocha, como idiota que es, preso! Como soy el abogado de todos, comienzo el expediente y lo hago trasladar a Mendoza. Todo un caso. Lo primero que hacen los patrones, es echarlo y dejarlo en banda. Y está bien, hasta ahí todo era de esperar. Pero el carioca no apareció ni por el vuelto. Y don Paco y yo de acá para allá, de un Juzgado Federal a otro. ¿Querés que te diga lo que preguntó el Juez?: -¿Para qué quería la guita el Bocha?-;… y el muy tarado dice que le debía plata a don Paco porque quería ir en avión a ver a Boca. Asistir al clásico con River... no le creyó ni por las tapas, por supuesto; el tipo pensó que le tomaba el pelo. ¡Y lo que le dijo era cierto!; pero no la guita de la “carguita”, sino lo que había pedido prestado plata a Don Paco. ¿No sé que voy a hacer; vos que sos más hábil y estudioso, me das una mano? Pensá los años que comimos juntos mortadela en la calle. Ayudame para que ayude al Bocha. Consultá toda la jurisprudencia que exista sobre la causa, hay que sacarlo a tiempo Sino será uno menos viajando a ver el clásico el mes que viene y sería un pecado. Boquita se merece que otra vez estemos todos juntos con Don Paco en la “Bombonera”. Para eso somos los amigos ¿No?

LA SOMBRERERÍA DE LA ALAMEDA.


                     En la tienda de Israel Blisman se colocó un cartelito que decía: “Se necesita sombrerera”. Pronto fue necesario sacarlo. Llegó hasta allí, una muchacha frágil, de nombre María de la Consolación Fernández, quien fue contratada de inmediato. Se sentó frente a una mesa de roble lustroso, para armar sombreros todos los días, con el mismo entusiasmo de quien crea una obra de arte. El cabello oscuro y sedoso, los ojitos marrones como ratoncito asustado le daban un aire de muñeca de trapo; pero, día a día se fue haciendo imprescindible para el viejo Israel. Cada mañana cuando arribaba, se sacaba unos horrorosos guantes verde brillante, colocaba su sombrerito de topé negro y su abrigo de pésima confección, en un enorme perchero. Poniéndose un delantal de griseta. comenzaba la tarea. Al ángelus se persignaba y rezaba, pues, educada en la “Misericordia”, sus oraciones eran impostergables.
                     Una tarde sonó la campanilla del cancel y asomó la enorme nariz un joven. Era Moisés Swoulesk, sobrino del dueño de casa. Los enormes ojos azules de Moisés, penetraron los dos puntitos marrones de la muchacha y se desplazaron airosos en su alma. La carraspera furibunda de Israel, interrumpió el descascarado contacto de miradas. Moisés comenzó a saludar mientras se sacaba la kipá y se acomodaba los peiots entre las orejas, que llenas de sabañones, parecían dos floreros. María de la Consolación siguió cosiendo las cintas de seda en los sombreros. Observaba asombrada el cuerpo masculino del recién llegado. Los fuertes hombros indicaban una gran personalidad. Moisés ingresó en la trastienda donde comenzó un diálogo con la tía,  en el idioma de los viejos, incomprensible para la muchacha. La conversación subía de tono y llegaron a gritar. Ellos hacía años habían huido de Polonia y se habían instalado en ese barrio conspicuo de Mendoza. Cuando salió saludó amablemente deteniendo su mano en el hombro de la joven, pero la mirada torva de Israel, ya se sabe, el tío, lo hizo que la retirara rápido. Salió apresurado, haciendo caer un maniquí con un sombrero de plumas azules.
                     A las ocho y media de la tarde, la sombrerera se colocó el suyo, el abrigo y se envolvió las manos en los guantes verdes. Sacando de su bolsillo unas monedas salió, saludó brevemente y cruzó la calle. La parada del tranvía estaba casi en el frente de la vidriera del negocio. Se apostó al lado de la gente, que como ella, esperaba. Subió saludando al boletero, conocido ya, que le dijo un piropo. Junto a ella, casi inadvertido, ascendió Moisés, quien a empujones, buscó sentarse junto a ella. La sorpresa fue mayúscula para María de la Consolación. Quedó muda. Él, comenzó a charlar. “Buena y mansa como fruta madura”, era la mujer que soñé. Pero cuando llegaron a la parada del tranway, que estaba a tres cuadras de la casa donde vivía con sus padres, los nervios la traicionaron. ¿Qué diría el padre tan exigente y celoso? Llegaba con un joven extraño, con rulos que caían sobre los hombros y con un sombrero negro que le oscurecía el rostro.
                     Caminaron hasta la verja y él, abrió la portezuela dando paso a su esperanza. Ella, trémula, puso la llave en la cerradura y sintió que dentro de su casa, se crearía un escándalo. Su padre leía “La Libertad”, el vespertino, sentado en el sillón junto a la única estufa que poseían, y su madre, en la cocina, manipulaba platos caseros. Un perfume de lentejas con panceta y chorizos colorados, les propinó un golpe bajo. Sabía que a los ortodoxos judíos, les está prohibido comer alimentos con cerdo. Don Israel, se lo había contado. Por lo que esgrimiendo una excusa le pidió que se fuera. Él, le besó la mano a la madre, le dio una palmada al padre y se demoró en la piel del los dedos lívidos de la niña. Un guante, sacado con apuro había rodado sobre la pequeña alfombra y él, lo había tomado. La kipá se había deslizado de la cabeza y ella en un intento de evitar comentarios la alzó. Salió Moisés apurado. En la manito de la sombrerera quedó aquel símbolo de su enamoramiento.  Antes de partir, en la verja, Moisés le tomó el rostro y la besó, con ternura y pasión, diciéndole palabras de amor.
                     Cuando llegó al negocio, al día siguiente, el patrón la miró esquivo y no esperó comentarios. Moisés no volvió nunca. Ella esperó. La señora Rebeca le contó el secreto; le dijo, que después de aquel día a él, lo habían obligado a viajar a Buenos Aires. Se había casado con una muchacha de Villa Crespo, heredera de una gran fábrica.
                     Los años para ambos fueron atravesando sus historias personales. Interesantes para él. Apenas relatables para ella. Un sin fin negocios y vivencias diferenciaron sus vidas. Él, creó un pequeño imperio económico. Una familia obediente y llena de viajes por el mundo, que llenaban de alegría el rostro del hombre padre. Su bella casa en donde se festejaban los recuerdos, Bart Mitz Bat y Años Nuevos; brillaba con el color de una familia con esperanzas en la inteligencia de los hijos que llegaron a completar las expectativas de los ancianos abuelos.
                     María de la Consolación, siguió en su ensoñación dando todo de sí. Cuidando a sus padres y los siete sobrinos que alegraban el pequeño hogar obrero en la tierra de los sismos. Callada y simple como un pajarito de campo cantaba en su mesa de trabajo, sin cambiar su peinado ni su figura delgada y pálida.
Cuando Moisés camina por la calle Canning o cierra algún negocio difícil, saca y acaricia un pequeño y horroroso guante de lana verde brillante. Recuerda a la bella cristiana que iluminó su juventud y el sueño de un amor verdadero.
Ella en el corpiño tiene una pequeña kipá con una dorada estrella descolorida. Y cubre sus canas con el viejo sombrerito negro de topé, que él le sacó una noche, antes de darle el único beso de amor, que recibió de un hombre.
                    


AHORA


Ahora
yo te pido
cortejemos inmensas  muchedumbres con guijarros
de la orilla del río de la vida
continuemos
memoriosos los astros iluminan el camino

son de cuarzo rosado las velas del barco que traslada
nuestro canto. Son de ébano las tablas de la barca.
A lo lejos    allá en el horizonte   tal vez en el poniente
una lámina pintada en el mural del templo nos indica
el rostro de ese dios que nos inquieta
en las noches de amor.

LA BRÚJULA




Una brújula apunta a la nuca del sol.
El viento codicioso gasta la orilla de los arenales
con su lejano fuego helado y en las tinieblas yace
con una vena abierta y desgarrada, con espejos azules.
Sangre prieta y mutante la muerte. Conjuro de gaviotas negras.
Rocío y apremio del rosal en madrugada.
Se puede estar vivo y roto o trizado en mil escamas.
Pero esto de estar vacío y fuerte, en duelo permanente;
con la garganta sólida y la voz caliente.
La brújula se mueve enloquecida, gira.
El sol alimenta la marea y el despertar de las sirenas
náyades, delfines nos apremia. Hay una mariposa.
Un ave. La vida traspasa el umbral de los ciclones.
Estoy viva y desgarrada por la espera. Inquieta.


CUENTO NAVIDEÑO PARA NIÑOS Y NO TAN NIÑOS


Abuela Julia ¿por qué estás tan triste? Mi maestra dice que tenemos que estar contentos por todas las cosas que tenemos. Por ejemplo, nos enseña a ser cuidadosos con el agua. Ella no gasta agua pensando en las personas de nuestra provincia que muchas veces abren el grifo y ni una gota sale de allí y por ahí, ve a señoras o señores que lavan el auto o hasta la vereda con la manguera y dejan correr el agua como si fuera aire. Ya cambia esa cara abuela, y abrázame porque yo te amo y mis hermanos también. ¿Hasta el “Firulete”, mi perro te hace fiesta cuando te ve?
Perdóname Agustín, me estaba acordando de mi mamá. Ella era muy buena y me enseñó tantas cosas… desde chiquita me ayudó con las tareas, aprendí a tejer, a cocinar y a ser buena compañera con toda la gente y con mis amigas. Pero un día se fue de este mundo y la extraño, sabes bien que es raro verme triste.
¿No será por las fiestas de Fin de Año que en pocos días vamos a festejar? Tal vez por eso te sentís apenada… Mamá dice que tenemos que estar muy contentos y dar Gracias de poder pedir regalos y cosas ricas para comer.
¡Ay, Agustín, tal vez tienes razón! Yo pienso que cuando era chica, no había todo esto de comprar y dale que te compra y quiero ese juguete y esa tableta y esos pantalones y un sin fin de cosas que terminan tirados por ahí. Hemos perdido la verdadera razón por la que nos juntamos en Noche Buena y en Navidad.
¿Por qué abuela? – Y mira ese día es el cumpleaños del rey de la Creación, Jesucristo. Cuando veo que en la reunión no se dan gracias a la vida y ni si quiera piensan en alguna oración de amor a la familia, no sólo me acuerdo de mi mamá y mi papá, también recuerdo a mis abuelos. Ellos eran de un país lejano. La Nona era Italiana y el Nono era Gallego. Eran bastante pobres pero vivían muy felices, trabajaron mucho y les dieron a sus hijos estudio y le enseñaron que el trabajo es “Dignidad”… ¿sabes que significa ser digno? Es ser “Merecedor”, “Honrado”, “Honorable… y varias cosas más que se han ido perdiendo”
Mi mamá, Agustín, me enseñó la importancia de no mentir, no molestar a mis compañeros, lo que ustedes dicen Bullyng o algo así, a querer a mis padres y hermanos… en fin y en Noche Buena lo Importante no era ni el arbolito, ni Papá Noel, ni la comida y ni siquiera los regalos, sino agradecer a Dios por participar de una mesa en familia, abrazando a papá y mamá. A los abuelos…
- ¿No recibían regalos abuela? - No cuando yo era chica no se recibían en Navidad, sino el 6 de Enero cuando esperábamos a los REYES MAGOS. Ellos habían entregado a Jesús en Belén, tres cosas. ¿Sabes qué? –No abuela, no me acuerdo.- Oro, Incienso y Mirra.
- ¿Y eso que es? – dijo Agustín. –Tanto que te gusta buscar en Internet averígualo y luego me cuentas… Ja. Ja .Ja te embromé. Y aprende que “No hay mejor Navidad que la que se Vive en Amor Familiar” ¡Es el cumpleaños de Nuestro Señor Dios, Jesucristo! Y déjame hacer mis cosas que estoy llena de tareas.
Agustín esa noche soñó con tres reyes vestidos con coronas de oro y piedras, cuando despertó se restregó los ojos y se prometió portarse mejor y  un poco más todavía en Navidad.

Tolón-Tilín, este cuento llegó a su fin


CUENTOS NAVIDEÑOS PARA NIÑOS Y NO TAN NIÑOS.


El barrio de Leonardo estaba de Fiesta. Habían puesto moños de papel dorado en cada árbol y en cada poste de luz. En la plaza un vecino puso en uno de los pinos focos de colores y de cada rama una caja forrada con una cinta y un nombre. Ese señor que a veces los retaba si rompían las plantas de los canteros, ahora había copiado el nombre de cada niño en una tarjeta y colgaba de las cintas.
Todos los chicos curiosos se acercaban a mirar y él les decía esperen a la Noche Buena.
Así pasaron una mañana y una tarde; y como a las ocho de la tarde comenzó un sonido en la calle… era el anciano que llamaba con una sirena de barco, a los chicos. Arremolinados se fueron a rodear el pino y él les contó: “Mis queridos chicos, yo quiero que sepan que cada uno de ustedes me recuerdan mi infancia. En esa época, yo no tenía nada de lo que hoy tengo y aprendí. La vida no me dio nietos pero ustedes son de ahora en adelante mis nietos del corazón. Hoy volveremos a Festejar el Nacimiento del Niño Dios en Belén, y yo deseo que nadie pase esta noche sin un regalito de este anciano que los quiere. Si a veces los regaño, los reto, es para que aprendan a amar las flores y a los animales que vienen a la plaza. Si de veras quieren ser nenes buenos y educados, deben respetar la naturaleza. Los quiero mucho y que pasen ¡Feliz Noche Buena y hermosa Navidad!  - Así uno por uno fueron pasando y de las manos temblorosas del nuevo abuelo, Todos recibieron un regalo hecho por él, el  abuelito del barrio. La familia de Leonardo lo invitó a compartir la Noche Buena y comer con ellos. Él, aceptó y desde ese día fue el abuelito más popular de todo el barrio.

Tolón- tilín este cuento llegó a su fin.


lunes, 23 de diciembre de 2019

SALUTACIÓN.

A MIS AMIGOS DEL MUNDO, EN ESTA FECHA TAN ESPECIAL PARA LOS CRISTIANOS DESEO UNA PAZ VERDADERA Y UN MUNDO MEJOR PARA TODOS. QUE CADA FAMILIA TENGA TODO EL AMOR QUE DESDE MI TIERRA ARGENTINA MANDO DESDE MI CORAZÓN.

jueves, 19 de diciembre de 2019

LA PUERTA DEL PARAÍSO





No pensé que llegaría este momento.
El sol en el poniente se asombra por tu huída.
El mar, siempre el mar tranquilo te rodea, te envuelve como a un niño.
Te vas como un día sin tormenta.
No hay palabras ni una despedida.
Gaviota misteriosa. Ola.
Cuando parta la nave hacia la aurora
vendrán remolinos de manos plagadas de guijarros .
Fui una playa tibia. Remolino. Fui tu nido.
Llegaste desnudo de palabras. Solo.
Te amarré a mi red de amor. Casi un trozo de mi piel,
casi un retoño de mi abedul frutado.
No tuve cómplice ni di permiso
de ingresar a la aurora de tus sueños.
Ostra de fuego. Saltamonte. Labriego
de mirada triste que llenaste mil noches de sonrisas. Perla oculta.
Si me voy como tú, hacia lo ignoto
castigaré las velas con mi viento de esperanza.
Mas... no volveré por una respuesta.
Sellaré mi arcón de recuerdos. Historia fue.
Un parche de oro y hoja de tu celaje.
Perderé la llave que me abra la puerta del paraíso.
                                  Allí esperaré la aurora

¡CÓMO PUEDO SER…?




SE PUEDE SER TAN FRÁGIL COMO UN TRINO
SE PUEDE SER TAN NECIA COMO UN BESO
SE PUEDE SER TAN LEJANA COMO UN VIENTO
SE PUEDE SER TAN ESTÉRIL COMO UN HUESO
POR ESO
QUIERO CERRAR MI PECHO A LOS SECRETOS
QUIERO VIAJAR AL MUNDO IGNOTO DE LA IRA
QUIERO ENCERRAR LAS MIRADAS EN LA CRIPTA
QUIERO LAMER TU PIEL CON MI TRISTEZA.



ESCAPÓ LA CHISPEANTE RISA CANTARINA DE CELESTE




            Bueno, dijo Belén a su nana, me voy. Quiero ver el mundo y conocer los mares infinitos, los castillos de Rin y los antiguos monumentos de Roma. La institutriz se reía. -¿Cómo pagarás tus viajes?- Papá me dijo que yo tenía mucho dinero en una cuenta de banco. - Pero con diez años dudo que te den ni una moneda en ese lugar.
            ¡Qué mala eres, si mamá regresara del congreso en Viena, seguro me comprendería! Ella vive viajando y dice que es lo mejor que Dios ha hecho para las mujeres. Dice que nunca se aburre. Yo acá con mis tareas me canso hasta el infinito. Quiero irme de casa, vivir una buena aventura y salir de la profesora de piano a la que odio, no jugar más al tenis con “Julián” y poder tener un perro que me siga por todos lados.
            -No podrá ser por ahora, hija mía, pues eres muy joven aun. Yo te prometo que si salgo de vacaciones este año, te llevaré a un lugar paradisíaco.- cuando salió de la casa con el chofer no imaginó que muy pronto vivirían una verdadera aventura.
            A pocas cuadras de la autopista, se detuvo un coche adelante y otro atrás, casi pegado al suyo. Bajaron tres encapuchados y apuntándole lo obligaron a bajarse. El chofer sonreía. Lo había entregado. Le pusieron una bolsa negra de tela rústica en la cabeza y le obligaron a subir a una camioneta. Apuntaron a los neumáticos del auto nuevo de Lisandro y al chofer le dieron un culatazo, como habían quedado de antemano.
            Cuando pasó una patrulla se encontró un joven desmayado, las puertas abiertas y faltaban la cartera del dueño con papeles comerciales, la computadora portátil y el chofer que no podía explicar qué había pasado.
            Celeste, la pequeña vio llegar un coche negro, por la ventana del escritorio. La nana estaba en su clase de tenis con Julián y ¡Tampoco vio nada! Un par de tipos entraron y apretando con fuerza a la niña, la sacaron con dificultad de la casa. Sí, con dificultad, porque daba patadas y se defendía como una tigresa. Al no tener perros, nadie escuchó nada.
            Fue llevada atada y sofocada con la boca cubierta con tela de embalar, manos atadas con sogas y pies de igual modo. La chiquilla, seguía dando codazos, patadas de doble pies, por las ataduras y cabezazos con furiosa osadía. Los alcahuetes no imaginaron nunca que una pequeña fuera tan furiosamente brusca. Celeste sabía cómo defenderse, después de todo.
            El lugar era frío, húmedo y silencioso. Sólo escuchaba el ruido de cadenas y el murmullo de gente que hablaba a los gritos muy lejos de ahí. ¿Dónde estaba? No se apuró, ni lloró, sólo se quedó expectante esperando que alguien se acercara para volver a patearlo. Y de poder hacerlo morderlo hasta sacarle sangre. ¡A ella la iban a doblegar!
            Cuando la nana regresó de la cancha de tenis, se sobresaltó. Vio cosas caídas por todos los lugares por donde sacaron a su pupila. Llamó a la policía que prácticamente estaba en la puerta de la hermosa casa. Ellos traían la noticia del secuestro del dueño de casa. Lisandro había desaparecido, el chofer internado no volvía en sí. (Cosa que no estaba en los planes) y ahora faltaba la niña.
            Morena Jordán no había regresado todavía. Llegaría el jueves y ¿quién la iba a ir a buscar al aeropuerto si el chofer no estaba sano? Era ahora la única de la familia que estaba libre y a merced de los forajidos.
            El teléfono sonaba y sonaba, pero la policía no permitía que la nana, Matilde, atendiera. ¿Estaría Celeste con el padre? Sabría alguien que había pasado. Un inspector la señaló a Matilde que atendiera. Julián había buscado a la cocinera que no hablaba español, para que preparar algo para comer y malhumorada la mujer no entendía nada. Era un inmigrante asiática que había entrado en la casa por una agencia especializada en contratar gente de servicio que no se inmiscuyera en los problemas de la casa. Venía de un remoto país: Burma. La antigua Birmania.
            En el recinto había penetrado el frío. Alguien se acercó a Celeste con una frazada y ella le asestó semejante patada, que escuchó un  aullido de dolor y un insulto en un idioma que no conocía. ¡Por fin tenía una aventura digna de diferenciar su tonta vida con la real! Esa que ella soñaba. Imaginó toda la historia. Lo que no sabía era que su papá estaba en otro lugar en peores condiciones que ella y que su madre por razones comerciales se demoraría más de una semana.
            Algún valiente le dejó un jarro con sopa cerca. Ella lo volcó con los pies… moriría de hambre y saldría en los diarios: -“Joven niña raptada muere de hambre en manos de sus captores”- no pasó. Entre cuatro energúmenos la sostuvieron por los brazos y las piernas y la obligaron a tragar una sopa. Le supo deliciosa. Pero escupió un poco para que no se alegraran. Hablaban muy mal castellano.
            Lisandro Loria pensaba en su familia. ¿Dónde estaría y cómo su pequeña Celeste? ¿Y Su esposa Morena? La fábrica en manos de sus eficientes ayudantes seguiría bien, eso no lo dudaba. No les entendía a estos mal nacidos lo que querían. Seguro más dinero del que podía tener a mano. El comía lo que le traían y ellos sonreían. – ¡Este hombre no sabe que tiene una fiera en la familia! Su hija. Esa sí era una mujer con agallas a pesar de sus cortos años. Una tigresa. Aun no conocían a Morena.
            Morena llegó un viernes y le llamó la atención que en lugar de venir el chofer, la esperaba un auto de la policía. – ¡Seguro, entraron a robar en casa, menos mal que las alhajas las guardé en el banco antes del viaje, por lo menos las más valiosas!- pero no. El tema era otro más ofensivo. Su hija estaba desaparecida. Imaginó lo peor. Rapto, violación y muerte.
            No, le mostraron una misiva de los energúmenos que decían que no la habían tocado. ¡Claro quién se acercaba recibía semejantes puñetazos y golpes que con la vida que conocían no querían ni verla! De su marido una esquela rogándole hablara y conciliara con esos hombres. ¡Se puso furiosa! Los gritos se oyeron hasta las cuatros manzanas que rodeaban la casa. Sacó un arma que tenía en un escondite y comenzó a llenarle el cargador con balas especiales. Atendió el teléfono y les dijo: “Lleven a mi hija y a mi marido al Jardín Zoológico, yo les llevo lo que piden”
            Cuando llegaron la policía había despejado de niños el predio, unos agentes disfrazados se hacían pasar por cuidadores, jardineros y vendedores de galletitas para los simios. Ella los vio a Celeste y Lisandro bajar despacio con dos tipos de cada lado. Sin que pudieran hacer ningún movimiento desde su bolsillo en la amplia chaqueta comenzó a disparar y mató a los cuatro que estaban junto a sus amores y después rápida como un rayo a los que estaban en los autos.
            ¡Nunca supieron los malvivientes que era campeona olímpica e internacional de tiro! Al chofer todavía lo tienen en terapia intensiva del hospital de alienados.

ATRAPA SUEÑOS



Fui al piano y me senté. Mi amado piano. Mis manos se movían solas, como si tuvieran independencia de mi cuerpo y de mi mente. La melodía era hermosa, perfecta, pero no la conocía.  No era ninguna de las canciones de los músicos que me había enseñado mi profesora de piano.
Mi mente se quería guardar en su memoria esa melodía. No podía, algo me impedía guardarla. Era como cuando comemos en los sueños un chocolate y no sentimos el sabor.
En el momento en que me desperté, fue como cuando los pájaros salen todos volando de un árbol, así se fueron las notas de la melodía, todas salieron escapando por encima del piano y me quedé sin ella.
Todo el día quería recordar aquella música tan bonita, fui a la escuela pero no escuchaba nada, sólo quería recordarla.
Pero era imposible.
Ni bien llegué de la escuela me senté en el piano, comencé a tocar desde Mozarth a Pink, tal vez si me inspiro puedo recordar.
Pero nada.
Espere ansiosa la noche, quería tener sueño, quería escuchar otra vez la melodía, quería tocarla, quería atraparla.
Nuevamente me fui a dormir, y mi último pensamiento fue imaginarme sentada, en la sala, tocando la melodía.
El piano otra vez. Las teclas blancas, brillantes. Veo mis manos que comenzaron a moverse solas, otra vez la melodía mágica. Hoy está más bella. En mi sueño cierro los ojos para escucharla mejor, así hago cuando quiero escuchar una canción que me gusta mucho cuando estoy despierta.
Otra vez intento atraparla. Preparo mi mente para recordar, a cada nota voy anotándola en mi cabeza. Estoy alerta, ese es un DO, aquel un MI, un RE sostenido por allá. ¡Voy anotando todo en mi mente, ya casi la tengo!
Nuevamente como pájaros se escaparon.
Mis ojos se abrieron y vieron techo de mi habitación. Estoy lejos del piano y no tengo la melodía.
Todo el día otra vez. Desayuno, escuela, los profesores, sus materias, no, no me interesa matemáticas, menos química!!  Almuerzo en el buffet, vuelta clases. Eterno ese día.
Y sin melodía.
Pensé que mejor me tomo las cosas con más calma. Tengo que hacer un plan. Voy a cenar poquito, dicen que no hay que comer mucho en la cena si uno no quiere dormir profundo.
Me voy temprano a mí habitación. No me duermo del todo. Estoy más despierta que dormida. No me pienso dormir del todo. Esta vez no se van a escapar.
No sé a qué hora comencé a soñar, pero sabía que estaba soñando, me fui así, dormida, al piano. No abrí los ojos. Me senté en mi butaca. Abrí la tapa. Esta vez las teclas estaban frías, sentí su textura y dureza. Las sentí. Estaba emocionada.
Comencé a mover mis manos entre las teclas, un poco las dejaba hacer, un poco hacia yo. Cada nota quedaba guardada en cada dedo. Memoria. Las estaba atrapando en mis manos.
Sentí a mis padres hablar preocupados cerca de mí. Eso me aseguro donde estaba. En mi piano, mi amado piano, y estaba tocando MI melodía.
Fui abriendo los ojos de a poquito porque tenía miedo. Estaba nerviosa pero feliz, porque mis manos habían atrapado las notas, y las notas sumadas hacen MI melodía.
No deje de tocar, mis padres estaban asombrados, no entendían nada.
Yo sí, atrapé mi sueño.


MI SOMBRA




Sombra
Sombra esquiva
Bendita sombra que arrullas con el canto del aire
Que me nombras.
Que se detiene a esperar cada suspiro
Que se arrastra sobre el pasto junto al río
Que me trae la voz de las campanas
Que dilapida cristales en el cielo por la noche
Que me acompaña en las quimeras y el estío



lunes, 16 de diciembre de 2019

LA DEFENSA



                        La   humanidad me gusta cada día más, dijo un caníbal”


Las metrallas y obús, hacían vibrar la tierra. Habían recalentado el aire con el humo apestoso de la pólvora. Caían los trozos de paredes y árboles de la pequeña aldea. Allí habitaban un puñado de resistentes pastores nómadas que no permitían que les quitaran las tierras de pastoreo.
El más anciano había atrincherado a las mujeres y niños cerca del pozo de agua en una cueva antigua de los antepasados.
Esa gente buscaba sacarlos para hacer perforaciones para extraer petróleo. Lucharían hasta el fin.
Una noche Lumamba se escurrió para espiar a sus enemigos. Los vio tan frágiles. Eran unos hombrecitos blancos con ropas gruesas y botas de cuero. Transpiraban con un sudor pestilente y amargo.
No tenían agua, o tenían muy poca.
Cuando regresó casi lo matan de un culatazo, el compañero lo había confundido con un enemigo. Él, traía noticias sobre los pertrechos y todo lo que había visto. Hasta el olor a terror, pudo sentir y sufrir.
Al amanecer, se despertaron y con horror vieron que las mujeres y niños habían sido masacradas. Ellos aun se veían enteros, pero rodeados por los petroleros que con sus armas les apuntaban desde todos los rincones.
Habían perdido la partida y se entregaron sin poder hacer nada.
La maldad había ganado la partida. Lumanba, se arrodilló, oró mirando hacia el cielo y se clavó un puñal en el pecho. La avaricia los había dejado en un estado de orfandad y ellos como caníbales, se echaron sobre lo que quedaba de la aldea.




ABIGAIL




                                                       Soñar que estoy parada junto a las vibrantes olas del mar que azotan                                                                                                                                                           las rocas junto a la playa.

            ¡No podrá caminar más!; sentenció el galeno. La rodeaban varios médicos en el nosocomio. El accidente fue terrible. Abigail caminaba distraída por la acera de la avenida en plena mañana de un domingo temprano. Se detuvo unos minutos para observar una mata de flores silvestres que crecían en una grieta entre las piedras. No escuchó el sonido de los neumáticos que rayaban el pavimento.
            El coche se estrelló sobre la vereda cerca de una bocacalle arrastrando a la muchacha. Se incrustó en un árbol y tumbó varios carteles y faroles. Ella despertó en la guardia de la clínica Santa Catalina. No recordaba nada. Siguió con la mirada activa por su alrededor y descubrió a su madre y a su hermana Angélica.
            Tenía cables por todos lados. No se podía mover y tampoco hablar. Una pequeña máscara le proporcionaba oxigeno. Las horas eran eternas. Esperaba cuando salía su madre y entraba su padre. ¡Lloraba como un niño chico! Su estrella de mar, como le decía estaba allí, inmóvil y en silencio.
            Cuando ingresaban los médicos escuchaba murmullos, nada coherente. Pasaron varios días hasta que logró comprender su estado. El día que entró Emanuel, su novio, lloró. No quería que la viera en ese estado. Hinchada, morada, llena de vendas y quién sabe qué otras “bellezas” vería. Él, se acercó y cerró los ojos. Una gruesa lágrima surcó su rostro y se perdió en la barba. Igual la besó con delicadeza.
            Muy pronto llegó una enfermera que lo sacó de la habitación. ¡No puede estar acá si no es familiar directo! Sentenció. Y él, como un chico obediente la saludó con la mano y se fue caminando hacia la puerta dando la espalda, cosa que produjo un ruido sonoro. Chocó con el vidrio y soltó un ¡AY! Que resonó en los pasillos.
            Abigail, por joven y sana en su vida desde niña, comenzó a mejorar. Su apariencia fue abandonando las vendas y machucones y dejando tubos de plástico hasta poder sentarse. ¡Le dolían las piernas!
            ¡Es imposible, son dolores reflejos! No tiene sentido. Su médula está dañada justo en las vértebras dorsales. Hará toda clase de ejercicios y tratamientos y dejemos en manos de… ¡Dios! Dijo Abigail.
            Cuatro meses después partió en silla de ruedas a su casa. Allí la esperaban sus amigas y su novio con globos de colores y flores. ¡Vio por su tablet el accidente! Una familia completa incrustada en un árbol. El que manejaba se quedó dormido, venían de una boda. ¡Un agudo dolor le produjo saber la historia!
             Ya repuesta y habiendo hecho toda clase de terapias, no podía caminar. El padre ese año, a pesar de los gastos, había contratado un viaje al mar. La costa del sur de Italia era el sueño de Abigail y él, se lo iba a cumplir. Con euforia partieron en avión a Roma y de allí en un tren que los llevó hacia el sur, fue una sucesión de imágenes maravillosas para todos, pero la muchacha, en su más íntimo pensamiento estaba triste.
            En las noches cuando todos dormían ella se acercaba como podía y miraba el mar, ese con el que ella había soñado tantas veces y ahora que estaba allí, lo sentía tan lejano. El rumor de las olas que azotaban las rocas, eran una música fascinante que nunca disfrutaría como ella creyó disfrutaría con Emanuel el día que se casaran.
            Hablando de Emanuel, cuando supo que ella no caminaría jamás, consiguió una beca bien lejos y le prometió volver algún día. ¡Eso, ella sabía no sucedería nunca jamás!



EL AGUA, NO SE TOCA


ARENAL
TORRENTE DE ESPUMA AMARILLA
DERRAMA EL SECANO EN LA ARENA
DE LAGUNA SECA CUARTEADA
SE HA MUERTO EL ÁNGEL
DE LA MUERTA ARENA
UN JARILLAL MUESTRA EL COLOR
EN SUS HOJAS ENVUELTAS EN OCRE
EL ÁRBOL QUE CRECE EN EL DESIERTO
SE CUBRE DE RAMAS OLVIDADAS DE VERDE
UNA FLOR AMARILLA AGONIZA
A LA VERA DEL CAMINO
A LA VERA DE LA HUELLA MUERTA



MI VOZ, SILENCIO


SOL.
ARENA HIRVIENTE
ME CARCOME LA OSAMENTA.
CUELGA UN BESO FRESCO EN CADA MOVIMIENTO.
MIS PIERNAS A HORCAJADAS DE MI VIENTRE
REBUSCARÁN EL SOL EN LA CORNISA.
ILUMINA MI CASTO POSTRER SUEÑO
SÉ PARA MÍ EL ENIGMA DE LA SUERTE
SIRVE A LA ROTA CUERDA VOCAL
LA VIBRA
QUIERO QUE VUELVA A SONAR MI VOZ
COMO EL SOL DE ANTAÑO.
COMO ERA ANTES.
SONORIDAD DE ARPA, DE CELESTA
CRISTAL CANTARINO Y SEDUCTOR
QUE ARREBATABA LA FRENTE CON ESPUMA Y RISAS.
AHORA ES SILENCIO. RONCA DIATRIBA
SIN REGRESO.
SIN ESPERANZA NI CONSTANCIA.
MUDEZ QUE AGITA LA BOCA CIEGA
EL OÍDO ATENTO AL RUIDO ACUOSO DE VIOLINES
LA CASCADA DEL VIENTO CON SABOR DE TULIPANES.
EL SOL, RODAJA DE HIELO ANARANJADO, QUEMA
NO TENGO VOZ.
NO HABLO Y SUEÑO SIN PERDER LA ESCUCHA DEL AIRE
QUE MURMURA EL TIEMPO.