El
barrio de Leonardo estaba de Fiesta. Habían puesto moños de papel dorado en
cada árbol y en cada poste de luz. En la plaza un vecino puso en uno de los
pinos focos de colores y de cada rama una caja forrada con una cinta y un
nombre. Ese señor que a veces los retaba si rompían las plantas de los
canteros, ahora había copiado el nombre de cada niño en una tarjeta y colgaba
de las cintas.
Todos
los chicos curiosos se acercaban a mirar y él les decía esperen a la Noche Buena.
Así
pasaron una mañana y una tarde; y como a las ocho de la tarde comenzó un sonido
en la calle… era el anciano que llamaba con una sirena de barco, a los chicos.
Arremolinados se fueron a rodear el pino y él les contó: “Mis queridos chicos,
yo quiero que sepan que cada uno de ustedes me recuerdan mi infancia. En esa
época, yo no tenía nada de lo que hoy tengo y aprendí. La vida no me dio nietos
pero ustedes son de ahora en adelante mis nietos del corazón. Hoy volveremos a
Festejar el Nacimiento del Niño Dios en Belén, y yo deseo que nadie pase esta
noche sin un regalito de este anciano que los quiere. Si a veces los regaño,
los reto, es para que aprendan a amar las flores y a los animales que vienen a
la plaza. Si de veras quieren ser nenes buenos y educados, deben respetar la
naturaleza. Los quiero mucho y que pasen ¡Feliz Noche Buena y hermosa
Navidad! - Así uno por uno fueron
pasando y de las manos temblorosas del nuevo abuelo, Todos recibieron un regalo
hecho por él, el abuelito del barrio. La
familia de Leonardo lo invitó a compartir la Noche Buena y comer con ellos.
Él, aceptó y desde ese día fue el abuelito más popular de todo el barrio.
Tolón-
tilín este cuento llegó a su fin.
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