¡La mesa
está servida! Me enteré esta mañana de algo importante. Sí, si, te escucho. Me
pueden interrumpir, por supuesto. ¡Ah, es que vino Martín esta noche! No sabía
que había vuelto. ¿Cómo le fue en el viaje, ganó el torneo? Me imagino lo
felices que estarán sus padres. Y vos, claro. No, servite tranquilo viejo, hay
más. Hoy hice un puchero grande y guardé una parte en el congelador para
después. También cociné estofado para varios días y amasé fideos y lasaña de
carne y verdura. ¿Te gusta el pastel de papas? Ya dejé para por lo menos un mes
y medio en el freezer. No, no lloro. Y bueno, si estoy llorando un poco… por
todo lo que ustedes han logrado en estos años, y vos viejo, tu ascenso en la
fábrica y Jorgelina en la facultad que le falta tan sólo la tesina.
Lloro por
todo lo que Leopoldo ha ganado en estos años en la empresa y que yo no he
podido ni siquiera ir a conocer Mar del Plata, ni pude ir a ver el ballet o
salir a bailar a un “boliche” y porque nunca terminé besando a un hombre como
Delon o Bratt Pitt o
¡Gracias
por darme tu pañuelo! ¡OH, está roto, traeme el costurero Jorgelina, así lo
remiendo! ¿Este es el pañuelo de tu papá? Está gastado. Sí, yo también más que
gastada estoy rota. Hoy me llamaron del laboratorio y me dijo la secretaria
que… me estoy muriendo, la biopsia dice: “Cáncer terminal” en el útero, con metástasis en hígado. Por eso he hecho
las cosas para ustedes. Viejo, por favor, pasame la sal. ¡Gracias!
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