El
sol penetraba el sudor grasiento del cuello del hombre. Febril, con las manos
ensangrentadas, escarbaba entre las piedras y cascotes de roca que habían
explotado sobre su compañero. Recordaba aquél día en la taberna, cuando el Belisario
Yuspe, habló del oro. Les contó la leyenda que había escuchado de boca de sus
antepasados. Una historia que se transmitía de generación en generación.
Allí, en esa montaña sagrada para los
huarpes, había vetas de oro que los
extranjeros, en tiempos de antes no pudieron encontrar jamás. Esos rubios
ladrones que habían llegado de quién sabe dónde a quitarles la riqueza. Esos
hombres rústicos se enamoraron de la historia. Zenón Sosa cuatreriaba, por causa del cierre de
Ahora arriaba caballos de los campos
y él, perdió todo. Tal vez, ése era su destino; arrancarle a la roca la sangre
mineral que escondía y salir de la pobreza. ¡Maldita pobreza del hombre de la
tierra! Lo buscó al Lisandro Quiróz, compadre, y lo invitó. ¡Vamos a
intentarlo!
Mucho
costó juntar una pequeña recua de mulas, que apenas cargaron. El Lisandro,
trajo candiles y cartuchos de dinamita que robó en el polvorín de Uspallata en
una noche oscura. Se había arrastrado bajo las alambradas, distrayendo a los
guardianes con su perro que era un maula.
Inteligente el animal, se hizo el herido jugando con los sentimientos de los
guardias. Los cartuchos eran seis, pero causó alarma en el pueblo cuando el
griterío hizo que una patrulla arremetiera fiera en cada rancho, buscando el
explosivo. La redada no dio con ellos que ya habían salido rumbo a la
cordillera. Tenían que jugarse antes que llegara la nieve. Si los agarraba el
temporal, iban a volver como el famoso “descabezado”. El Futre, ese misterioso
hombre, del que todos hablaban y algunos, entre grapa y grapa, decían haberlo
visto cuando cruzaban para Chile. -¡Es
mentira...! – pensó el Zenón, -¡Son
embuste de hembra para justificarse con su hombre cuando se preñan de otro!-
y escupiendo la tierra, hizo una cruz
de barro para confirmar su dicho.- ¡El
Futre no existió nunca, Lisandro, ¿usté se piensa que un señorito de ciudá, va
dirse al campo ansí como ansí nomás, sin priendas güenas? Busque el mejor poncho
que encuentre para pasar el frío, la cordillera es una puta.¡ Mujer arisca! Y
el oro puede que se nos niegue si está tan dentro.”
Salieron apenitas clareaba el día. Huían de los milicos. ¡No fuera que
los sorprendieran con la dinamita! En la cuesta empinada cada metro era más
difícil. Los cardones espinudos, indicaban la altura. El Lisandro se recordó
que había una maldición que contaban los huarpes. El miedo no lo hizo recular,
era bien macho. Zenón sudaba a pesar del frío.
Las manos arrancaban las piedras
tratado de sacar al compadre. No había tiempo que perder.
No miró el brillo del oro, luchó. Una
lluvia de escombros lo tapó. El “Descabezado” tranquilo se alejó de la mina.
Había hecho lo suyo, cumplía con el mandato de los Huarpes, “El oro huarpe no iba a ser de nadie,
Vocabulario:
Huarpes: tribu de nativos de la región de Cuyo, en la actual Argentina. Sus costumbres tranquilas y de laboreo de la tierra los hizo ser dominados por los Incas y luego se mezclaron con los españoles en la conquista. Quedan aun familias descendientes de Huarpes en la zona de Lavalle y Malargüe.
Cuatreriando: cuatreros: ladrón de ganado.
Uspallata: pueblo de frontera entre Argentina
y Chile.
Futre: leyenda que cuenta que en una apuesta
un hijo de hombre principal, prometió cruzar a Chile a caballo y sólo vestido
con frac, galera y capa. La leyenda dice que se congeló y el caballo regresó a
la ciudad con el muchacho erguido pero que en el galope había perdido la
cabeza. La gente de campo dice que se aparece entre las montañas antes de los
temporales de nieve para prevenir a los que osan viajar sin cuidado.
¿Usté se piensa que un señorito de la ciudá, va
dirse al campo ansí como ansí nomás sin priendas güenas?: sociolecto propio
de hombres rústicos del campo argentino.
Naides: idem a lo anterior: nadie
Maula: malo, falso, pícaro.
Pacha Mama: diosa de la tierra en las
comunidades nativas.