lunes, 16 de diciembre de 2024

UNA VIDA EN BÚSQUEDA

 


            Estaba arreglando mi escritorio cuando entró Gastón con una tarjeta y una carpeta del juzgado de 3º circunscripción. Con todo eso venía una mujer policía vestida de civil con un joven de origen oriental. Pequeñito, de tez muy clara y dedos finos, sus manos laxas caían sobre su flanco con desmayo.

            _ No habla ...en realidad hace unas semanas que no podemos saber qué tiene, ya que a la juez sólo le ha hecho algunos gestos de querer huir del despacho. Ayer en el hogar donde la han refugiado, una compañera de habitación la encontró casi muerta. ¡Se había abierto las venas y yacía boca abajo en el piso, donde siempre quiso dormir, sin sentido!- dijo la funcionaria mostrando con desagrado a la que yo creía un varón. Mi sonrisa la dejó un poco perpleja y resolvió abandonarla aquí, en mi consultorio. Soy siquiatra y suelo ayudar en casos difíciles a la justicia. Me acerqué a la desafortunada y con un gesto le señalé mi sillón, allí la acomodé no sin antes decirle a Gastón que corriera a una tiendecilla del barrio donde vendían toda clase de hierbas aromáticas y estrafalarios menjunjes para que me comprara sahumerio de incienso y una figura de Buda. Luego me acerqué a la muchacha y haciéndole una seña que durmiera salí del cunsultorio y me dirigí a mi otra consulta para recibir mis pacientes, ya acordados, con turnos. Pasó Eloisa con su descubrimiento fortuito de haberse enamorado de su jefa, en una revista de modas, Octavio que no logra decir una frase completa sin tartamudear, todo a raíz de ser el hijo mimado de una familia del medio actoral, Lidia con sus terrores y fobias causada por demasiado dinero y poca necesidad de trabajar en algo que le haga tener autoestima...Luego regresé al recinto donde la joven yacía en la alfombra enroscada abrazándose las delgadas piernas, dormía con los movimientos arrítmicos que le producían las drogas inoculadas sin reparo en el hospital estatal. Mi ayudante fue a buscar a un restaurante chino una porción de "Chop swuei" bien tradicional y lo colocamos junto a su mínima nariz. Despertó y comió con desparpajo. Luego sonrió por primera vez y con una voz casi imperceptible dijo..."gracias" en español. Habíamos ganado la primera batalla.

            Su carita delgada, afilada y sus ojillos negros recorrieron la habitación como descubriendo un mundo incoherente e inconexo a su vida. Levantó su frente y apoyándola en el pequeño mueble en donde yacía la figura del Buda, comenzó una salmodia de oraciones quejumbrosas al Santo. Unas lágrimas escuálidas corrieron por su carita juvenil. ¡ Tenía que lograr que confiara en mí, de lo contrario la recogerían del juzgado y se perdería en alguna institución estatal sin ayuda!

            Gastón entró con unas frutas y un tazón con arroz. Los colocó entre sus manos y le indicó que podía usarlas como ofrendas. Por primera vez vimos una chispa de vida en sus ojos. ¡Para algo sirven las películas!, murmuró mi ayudante y salió en busca de la gruesa carpeta que habían traído del juzgado. Allí sentada junto a esa frágil figura, comencé a leer el protocolo de sus legajo. La habían encontrado en la vía pública, debajo de una balaustrada de la Biblioteca Nacional, una noche. Había sido violada y golpeada con furia. Muda, es decir nunca había hablado con nadie. Yo ya sabía que hablaba y que también conocía nuestro idioma. Pero aterrada, no salía de un abrumador ensimismamiento, no comía sólo bebía té u otra bebida de frutas y habían logrado que comiera algo de arroz, la debilidad la había hecho adelgazar extraordinariamente y ya estaban con tinta roja señaladas las inyecciones de vitaminas y aminoásidos para inyectarle, si no conseguían hacerla hablar y comer.

            - ¡ Bueno pequeña extranjera...como no sabemos tu nombre te voy a decir... Tao o te gusta más Li ?, sonriendo murmuró su nombre ¡oh sorpresa!, se llamaba Tao y yo que casi no sé de nombres chinos adiviné el suyo. Ésto la puso de mejor humor y se sentó frente a mí, sobándose las heridas de los brazos.

            - Te ruego buena doctora me dejes morir. Mi drama es imposible de resolver en este país. Ya no tengo lugar entre los míos y sólo la muerte será mejor a lo que me espera si vuelvo a los míos.- impávida sostenía entre sus manos las vendas aún mojadas en sangre.

            - Tao, soy la doctora Georgina Lonardes, soy siquiatra y creo que puedo ayudarte a encontrar una salida a tus problemas...¡quieres que intentemos hablar un poco? Tal vez tu mundo y el mío sean muy diferentes. Pero somos mujeres y siempre en todas los lugares del mundo hemos sufrido incomprensión, sometimiento, discriminación y sobre carga de trabajo. Creo que si hablas un poco no te salvarás de sufrir pero trataremos de encontrar una salida al problema.

            - En mi sociedad no existen los médicos siquiatras. Las cosas graves se resuelven con el silencio y la muerte. En mi país, tal vez me enviarían al campo y me darían un trabajo denigrante, sería casi una esclava para algún campesino rico. Acá no tengo cabida ya que es una pequeña sociedad machista e ignorante que previó mi futuro a su manera y ahora ya no tiene sentido.

            - ¿ Qué estudios tienes? acaso eres una persona sin instrucción o ya habías tenido una familia...en fin...sigue.

            - Soy profesora de lenguas orientales, estudié filosofía y derecho, tengo sólo 24 años y ya me habían destinado como esposa del señor Yeng Lu Tsy, importante comerciante de arte oriental y banquero. Debía viajar a Kuala Lumpur en pocos meses para casarme. Hace dos semanas estaba en la biblioteca nacional y mientras me demoraba copiando unos poemas de Lin Yu Tang se me hizo de noche no advertí que había oscurecido. Salí de la Biblioteca junto a varios estudiantes. No conseguía llegar hasta mi automóvil pues detrás de mí, unos jóvenes ruidosos comenzaron a rodearme con gritos y palabras ...muy desagradables...- un sollozo interrumpió la descripción de ese momento horroroso. La abracé y se escabulló de mi sinsero gesto de afecto. El teléfono sonaba persistentemente y salí de allí para hablar y dejándola para que se tranquilizara. Era del juzgado. Querían saber si había logrado algo. Desde la otra habitación un rotundo grito dejó mi alma en vilo. Recordé que antes de salir había dejado sobre el escritorio un afilado cortapapeles, salí corriendo y encontré a Tao arrodillada frente al Buda con una sonrisa en los labios. Había aceptado su destino. Sobre el escritorio reluciente el cortapapeles brillaba impúdico pero quieto. Habíamos ganado la más dura batalla. El futuro diferente pero lleno de incógnitas caracoleaba en esa mente joven, inteligente y llena de esperanza.

            ¡ La última batallas era ahora encontrar el nuevo sendero que le devolviera su mundo personal ! Cuánto trabajo me esperaba...                       

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