Julio sintió mucha pena, cuando desarmando el árbol de navidad, rompió la hermosa estrella de cristal que le regalara a Mariana el día que nacieron Martín y Renata, sus primeros hijos. Habían pasado unas navidades muy gozosas y alegres, ¡ y justo por su torpeza destrozó la frágil estrella de cristal !
Esa mañana de diciembre su querida Mariana sintió los primeros dolores y partieron juntos , llenos de temor y sorpresa, al hospital. Hacía un año que se habían casado y el esperado hijo se anunciaba como un pequeño " Belencito". El nosocomio estaba rumoroso, lleno de adornos y por los alta voces se oían villancicos. En uno de los corredores se tropezaron con un gigantezco Papá Noel, que repartía caramelos y hacía un ¡ Joh, joh, joh! tan artificial como su barba y bigote de algodón. Después supo que era uno de los médicos de turno que trataba de sacarle risas, a los que no podían irse a sus casas por estar de guardia ese día. Mariana se tomaba con tanta fuerza de su brazo, que le había hecho una marca en la piel con las uñas. Pronto entre una enfermera y su médico ingresó en sala de partos y él, acompañado de su padre y la madre de la parturienta, esperó hasta que la tan atrevida pero esperada luz estallara en color rosa primero y celeste luego. Ellos no sabían de antemano que eran mellizos...pero menos imaginaron que serían varón y mujer. La alegría se generalizó entre los otros presentes que a su vez esperaban nacimientos. A la tarde, el lugar más quieto y silencioso se inundó de una suave luz. La música de villancicos alegraba el momento de unión y amor.
Ese mismo día en un pequeño escaparate junto a la entrada del hospital la vio...era una bellísima estrella de cristal, tornasolada y frágil, para rematar el árbol de navidad. No lo dudó, juntó los pocos billetes que tenía y la compró. Cuando Mariana la vio se puso a llorar de felicidad. Era un símbolo de buen presagio..." Una buena estrella" según soñó en su post parto. Luego nacieron con diferencia de dos años entre los mellizos y los otros dos hijos que entre sí se llevaban un año y medio más, que llenaron su hogar de trabajo pero también de alegrías. Todos los años siguientes la estrella premió con su brillo la noche navideña cuando festejaban el cumpleaños de los "melli"... Así pasó el tiempo. Los hijos crecieron y se fueron casando, pero nunca faltaban a la cita. Esa mañana Julián sintió un escozor en su brazo izquierdo y pronto un dolor se endemonió en su pecho. Tuvo miedo y se sentó con la frente perlada de sudor, en el sillón del living, el dolor se hacía cada vez más fuerte...alcanzó a tomar el teléfono y marcó el S.O.S. y cuando llegaron la ambulancia y los paramédicos con un médico especialista, el infarto había prorrumpido en su corazón dándo un zarpazo feroz...una corta agonía en la terapia y su muerte fue un agudo espasmo en la vida de Mariana y sus hijos. La casa al regreso quedó silenciosa. Ella se engañaba en las tardes poniendo en la video los graciosos cassettes que él había fabricado en cada viaje o salida que hacían juntos. También escuchaba sus grabaciones de jazz y de folclore, con comentarios , chácharas y chistes. Era como tenerlo junto a sí. Pasó casi todo el otoño y el invierno. Los chicos quisieron llevarla con ellos y cerrar la casa. Mariana sentía que si se iba, moriría de pena. Allí estaban los perfumes, los pequeños recuerdos jugueteando entre los árboles del jardín, hasta el viejo perro que ya casi ciego se sentaba a sus pies para hacerle compañía. ¡ No se sentía mal, ella sabía que el amor de Julio estaba entre sus viejas paredes hogareñas!
En primavera nació su primer nieto...y el sol comenzó a calentar nuevamente y brilló el verde en los robles y las margaritas se pintaron de reinas...la vida recomenzó para Mariana. Cuando se acercó el tiempo de armar el árbol de navidad, todos los hijos se acercaron a preparar el caserón materno para la fiesta como todos los años. Todo estaba perfecto y listo pero la estrella que remataba el primoroso abeto, no aparecía por ningún lado. Ignorando que se había roto todos buscaron y rebuscaron infructuosamente. Renata intentó reemplazarla con una nueva...pero la familia en pleno y en especial su madre se opusieron sabiendo el significado que tenía para ellos, la otra. Cada uno de los rincones de la casa fue revisado para que nada quedara fuera de lugar. Mariana sentía el dolor de la primera navidad sin Julio y la tristeza le colmaba el alma pero silenciaba la angustia por los hijos y el nietito. Había simpáticos regalos para todos.
La mañana de navidad llegaron la tía Rosalía y el tío Carlos, él traía un sin fin de regalos. Lógicamente quedaron alrededor del abeto completando el círculo de amor, pero
en el revuelo nadie supo que allí había una sorpresa... En la noche, luego de la misa y de la cena alrededor de la mesa familiar, llegó el sonido entonado del campanario de la catedral a unísono con el reloj de carrillón de la casa. Eran las doce y Mariana como todos los años se irguió y acercándose al árbol comenzó con la ceremonia...entregar a cada cual su regalo de noche buena. Así hubo libros, juegos de mesa, ropa y zapatos. Quedaba un pequeño paquete envuelto en un papel plateado con un hermoso moño azul. La tarjeta decía Mariana. Ésta lo abrió sorprendida...en su envoltura había una cartita. ¡La letra era de Julio..." Para mi adorada Mariana, como entonces, en un nuevo amanecer de nuestra vida, ahora como siempre iniciaremos el camino de la esperanza. Tu Julio." y al abrir la caja comenzó a brillar en forma espectacular la más hermosa estrella de cristal! La tomó con un amor infinito y subíendose a una silla la colocó sobre el abeto y culminó una noche de Paz...rodeada por el cariño y ternura de toda la familia. Mariana sonriente preguntó a todos y en especial al tío, si era él el portador del regalo de Julio...pero él, negó ruidosamente...un milagro inesperado los unía esa navidad. Julio había logrado entregarle a Mariana el amor a través del tiempo y la distancia. ¿ Cómo llegó ese regalo a las manos de Mariana...? Jamás se podrá saber.
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