Cuando el agua del río es demasiado
límpida , la vida del pez es muy difícil. Dicho chino.
Nada puede ya sorprenderme, pienso, mientras
nerviosa me preparado para el momento más esperado desde que nació
Macarena. Recuerdo cuando en la pila
bautismal movía sus manitas rosadas tratando de aferrarse a mi cabello.
Recuerdos todos recuerdos que van y vienen.
Una marcha nupcial se
expande por la nave iluminada y floral. La alfombra roja acapara pétalos, de
blancas rosas esparcidos, perfumando abrumadores los sueños. Un murmullo
sofocado se silencia al abrirse la pesada puerta de roble. Ahí temblorosa,
tomando al padre del brazo, mi pequeña envuelta en una nube de tul y seda, se
destaca en la noche iluminada.
Me detengo a observar,
no sólo a Macarena, que ingresa trémula, sino a la gente que se mueve semejando
babosas brillantes entre el aroma de las flores de jazmín y rosas. Gente
curiosa. Pretende mostrarse con un pavoneo histérico, intenta que el flash de
los periodistas de sociales los descubran “en y junto a...”, parados codo a
codo buscando ese ángulo perfecto de exponerse. Me siento molesta. Eso no para
mi Macarena. Allí un famoso diputado calvo y grueso con su pareja veinte años
más joven que brilla como cascabel dorado; allá el nuevo juez de la corte
suprema con su cónyuge que intenta mostrar que `ella es la...”legítima”, un
verdadero logro en este tiempo; otro allá, médico famoso, que ha cambiado el
cuerpo y el rostro a hombres y mujeres
que pretenden seguir siendo jóvenes al
invertir relojes y almanaques.
No esto para mi pequeña.
Ella sonríe y tiembla, llega al altar donde su enamorado, casi adolescente la
recibe lleno de gozo. Ajenos al gran sainete que se vive detrás, donde los
adultos maquinan en silencio un futuro negocio, un contrato jugoso o tal vez
sacar tajada a ese encuentro que para sí es tan sólo una parodia más.
Una joven soprano canta
como ángel humano, el Ave María y las
ancianas sollozan recordando su tiempo de novias quinceañeras. Pequeños niños
reptan junto a las piernas de sus jóvenes padres cerca del altar, ajenos a todo
rito. Otros invitados sin disimulo miran los profundos escotes de las mujeres
tan jóvenes como viejas son sus esposas. Arquitectos glamorosos, fiscales
famosos, ingenieros o médicos, todos trajeados con sus chaqué o esmoquin,
atildados para representar en una vieja ceremonia para la cual ya han perdido
los sueños.
Macarena acepta
complaciente su anillo nupcial sin saber que el “senador de ultra derecha” mira
con odiosa insistencia al “senador del partido de izquierda”, que se mira en
las pupilas de su nueva conquista, una joven intelectual, socióloga, de la
facultad donde es catedrático. Lejos quedan los ideales revolucionarios de su
tiempo de estudiante. Él esconde obstinadamente la realidad actual; se ha
mimetizado con esta nueva generación militante de ideas sin compromisos con la
realidad social, decadente y marginal. La moda azota las conciencias y las
palabras desvalorizadas se pierden en diálogos pomposos y huecos. No se juega
como cuando era joven...¿ para qué?
El sacerdote con voz
grave bendice la nueva pareja que sale con “Pompa y Circunstancia” a toda
sonoridad del órgano. Cae un rocío de pétalos de rosa y jazmines, arroz y risas
juveniles de las amigas de nuestra Maqui. Pero la mascarada continúa.
En el gran salón de
fiesta la mascarada es más vistosa. Llegan todos los invitados que por falta de
pudor o demasiado pudor, no se atrevieron a ingresar al templo donde el enorme
“Ojo de Dios” los miraría, no tan sorprendido
como disgustado.
Un cínico maestro de
ceremonia reparte a los invitados entre mesas primorosas. Hipócritas, copa de "champagne" en mano, los acá presentes se abrazan sonriendo, majestuosos enemigos
políticos, displicentes parientes que se odian mezclan voces amables en un
damero dantesco. Los buenos y los malos en el gran ajedrez de un teatro
previamente instalado en nuestra comunidad...y ella, Macarena feliz,
repartiendo besos y abrazos. De pronto se hace un silencio mortal, ha entrado
el famoso ` enemigo ´ del tío de la novia, el hombre que lo denunció por los
medios. ¿Qué sucederá? Nada. Los demonios disfrazados de caballeros dan un paso
adelante y saludan como si fuésemos ángeles todos. ¿Todos? Y esa distinguida
señora que es amante de...y aquel otro que coimeó a...sigue el corso.
Las jovencitas
angelicales con rostros aún puros inauguran inquietas la cena y el baile. Los
muchachos galantean desbordando nobleza en sus cuerpos deportivos a las
muchachas. Mi ahijada se me acerca triunfante. La abrazo feliz. Dios quiera que
sea tan bello y duradero como soñamos. Me muestra la hermosa sortija que le
regaló él, un zafiro azul, puro, que perteneció a la abuela, y que luce con
maravillosos reflejos. Yo la beso y ruego que no cambien. Su rostro, que yo amo
desde el momento que se anunció en el vientre de su madre, mi querida amiga de
la infancia, y donde hoy hay una luz nueva, la esperanza, me dice cuánto puede
el amor joven. Y la madre sueña que su hija viva su experiencia de vida plena
en un verdadero hogar. Yo sé que ellos,
con mi ayuda han podido conjurar ese mundo hostil en el que deben, por trabajo,
moverse. Hemos compartido ternura, pena
y un gran compañerismo. ¡ Cuántas veces corrí a cuidar a Maqui cuando
sus padres estaban en los tribunales o cuando tenían que salir para un
curso...? Me emociono y se me escapa una
lágrima. Le doy un beso y dejo caer unas palabras claves: tolerancia,
sinceridad y ternura.
Lo que suceda después
será la gran posibilidad del destino. Hablaremos de ello dentro de un tiempo.