DESDE EL AIRE… ANA
Se elevó sobre
Amsterdan y voló por calles y canales. De pronto recordó una en especial, donde
su padre tenía la casa. Curioseó. Todo estaba diferente. Siguió volando.
Luego se acercó a la
antigua escuela donde con Lies y Nanette jugaban y leían novelas de misterio.
No reconoció ni la fachada ni el resto del edificio. ¡Bueno, es normal, después
de tanto tiempo! Pero encontró la fábrica y el edificio donde pasó dos años
escondida. Recordó al Doctor Dussell y Miep con su pequeño envoltorio con
comida para ellos. ¡Las palabras cruzadas que borró en una tarde para que el
viejo cascarrabias se calmara! Tener que dormir en ese lugar junto al ronquido
y ella, niña pudorosa, aceptar en silencio esos momentos! Siguió volando.
Está bonita Holanda en
estos días, pensó. A la distancia vio dos manos que saludaban. Le pareció que
dos ancianas movían con dificultad los brazos para llamar su atención. ¡Sí, son
Lies y Nanette Blitz… que viejas están! ¿Cómo no encuentro a Peter? ¿Se habrá
muerto? Ya no tengo ganas de volar.
Es tiempo que regrese. Estoy,
dicen, en Bergen-Belsen, pero en verdad estoy en el corazón de cada niña
perseguida en el mundo. Qué suerte yo nunca seré vieja. Soy Ana Frank, y tendré
siempre quince años.
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