lunes, 15 de mayo de 2017

CUENTO

EL RECUERDO

                                   Necesitó tiempo para desplazar su desencanto. Abigail cerró la puerta y se dejó deslizar por la pared contando una a una sus lágrimas. Volvía a la realidad después de un sueño irreal. Siempre lo negó, intuyó tal vez, hasta que lo supo. Su mágica experiencia era de una inverosimilitud lógica. Ella sabía. Ese hombre era imposible en realidad. Disfrutó cuando lo vio llegar así de entre las tinieblas de su vida descolorida. Era un rayo de sol para sus cuarenta y pico de años perdidos cuidando la vieja casa de sus padres. Se miró al espejo y vio a una mujer patéticamente sola. Por eso aceptó la invitación. Hacía más de diez años que no salía de la casa. Tenía una grieta en su alma que se agrandaba en cada noche contemplando el jardín con sus viejas estatuas traídas desde Roma.
                                   Sus padres no la habían preparado para esa vida que le tocó vivir después del caos que causó la quiebra de la empresa. Sus amigos desaparecieron y sus hermanos escaparon. Nadie quedó, sí, el anciano jardinero y su mujer que la cuidaron como a una hija. Su vida se fue amoldando a ese mutismo que le imponía la desdicha. Y llegó él, como un rayo de sol, más cálido que un durazno maduro.
                                   La llevó a la ciudad, al club, al teatro...; aquellos que no la veían desde entonces se acercaron curiosos. Mala gente se dijo, muy mala. Ahora no los necesitaba, tenía la compañía de ese hombre magnífico, que la llenaba de alborozo. ¡ Eres mi mariposa! Te amo. Y ella le creyó. Entró a la gran casa como se recibe a un rey , con todos los honores.  Los viejos sufrieron en silencio. Ella no escuchó la breve amonestación que le dieron sus amigos de siempre. Creyó que eran celos.
                                  

                                    Hacía un rato que se fueron los hombres de seguridad. Lo esposaron y quedó a disposición de un juez. Había que esperar el juicio y la sentencia. Desde el banco le confirmaron que había sacado todo los bienes que le dejaran sus padres. Él, gerente del banco, conociendo  los valores que habían a su nombre se acercó a su corazón solitario, le robó las claves y estaba a punto de escapar cuando un cajero advirtió la maniobra. Ella como una mariposa se había acercado a la luz de un fuego muy peligroso. El cajero, que amaba en secreto a la mujer, conociendo la infamia, la había salvado.

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