lunes, 22 de mayo de 2017

GOL...GRITÓ

      "Cuando el corazón está triste las piernas no responden"
                                                                                              Diego Armando Maradona.
                                                                       Gol
                                   Llegó corriendo, los mocos le caían por la cara llena de tierra colorada. Del pantaloncito de breen descolorido sacó un trozo de papel. Estaba roto y apenas se leía una nota escrita en lápiz. Las lágrimas desdibujaban las palabras enhebradas en miedo. Él, aun no sabía leer. ¿ Qué decía ese papel? Tal vez el padre le diera de azotes. Estaba escrito por el cura. También se había sonreído al garabatear su nombre. El "pibe" no quería entrar en la cocina. Su madre entre ollas tiznadas y sin bordes, sollozaba cebollas. Su padre acodado en la esquina del fogón parloteaba insensato los sueños imposibles de obrero analfabeto. Se acercó en silencio y estiró su manito temblorosa con el papel. La madre apenas leía con dificultad. Se secó el sudor con el ruedo del vestido. Ahuecó la mano en la luz de la lámpara, la luz agónica del kerosén dibujó unas letras que bailaban de gusto. " Don Chito venga a verme, el Coqui es un futuro goleador en primera, si lo hacemos  trabajar, con mi respeto: Padre Julio ". Se produce un silencio caliente. El hombre mira la figura escuálida del chico.-¿Qué va a poder jugar éste, si no tiene ni brazos, ni piernas siquiera?- El pensamiento pasa como una flecha entre los sentimientos de la mujer que arrulla sueños. El Coqui mira y se achica junto a la puerta, si le quieren pegar, se escapa a la calle. Un movimiento lento pero tranquilo le acerca una mano del padre- Vamos a ver al cura, ya vengo vieja- , y se pierde en la calle.
                               El tiempo conoce fuerzas que los hombres no conocen. El "Coqui" es uno de esos jugadores que se dan cada cien años. ¡Claro que se lo llevaron lejos! La capital era chica para tanta maravilla. Ahora se pelean por llevarlo a Roma, a Francia..., el muchachito no puede negar su historia aunque paguen millones por sus gambetas, por sus jugadas magistrales. Viaja de un continente a otro. De un país a otro, pero en su pecho hay un dolor de hambre, de poca escuela, de padres analfabetos y pobres. La gloria de sus triunfos lo deterioran. Un día cae. Un golpe lo derriba y sufre una hemorragia cerebral que lo deja hemipléjico. El equipo más ilustre de galenos de su país, hace la operación reparadora. Gana. Su cuerpo está como antes. Pero su cabeza y su corazón ya no son los mismos. Una profunda pena se instala en su interior, nada lo alegra ni lo distrae. Los jefes buscan llenar su vida de novedades. Necesitan que vuelva. En sus pies hay millones de dólares dormidos. El interés los mueve. ¿Quién podría llenar canchas gigantescas con multitudes delirantes, sino el "Coqui"? Él, se ve tal cual es, un hombre que sirve para otros, a quien sólo importa por el dinero que genera. Regresa a su pueblo y afronta a un sin fin de niños desnutridos e ignorantes que deliran por él. Ahí comienza a desdeñar su fama. Ya no quiere volver a la cancha. Su madre ha muerto, su padre derrocha alcohol barato. Ya ni plata les queda de todo lo que mandó desde otros mundos. Junta un puñado de billetes y crea una escuela. Busca un maestro de esos dispuestos a dejarlo todo por amor a los niños. Los periodistas lo buscan, lo llaman, lo acosan. Nada puede contestar. Silencio. Un día llegan de un raro país de oriente, se lo tratan de “llevar”. – “Cuando el corazón está triste, las piernas no responden”- dice.-¿Para qué me quieren si más me necesitan en mi pueblo?- Recoge a un niño desnutrido entre sus brazos. Camina hacia la casa y canta una canción  de su pueblo y camina, camina..., el Coqui... con un pobre niño en brazos.
           

                                                            

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