martes, 4 de julio de 2017

CUENTO CORTO

                        
                                   Cuando el agua del río es demasiado límpida , la vida del pez es                                             muy difícil. Dicho chino.


                        Nada puede ya sorprenderme, pienso, mientras nerviosa me preparo para el momento más esperado desde que nació Macarena.  Recuerdo cuando en la pila bautismal movía sus manitas rosadas tratando de aferrarse a mi cabello. Recuerdos todos recuerdos que van y vienen.
                        Una marcha nupcial se expande por la nave iluminada y floral. La alfombra roja acapara pétalos de blancas rosas esparcidos, perfumando abrumadores los sueños. Un murmullo sofocado se silencia al abrirse la pesada puerta de roble. Ahí temblorosa, tomando al padre del brazo, mi pequeña envuelta en una nube de tul y seda, se destaca en la noche iluminada.
                        Me detengo a observar, no sólo a Macarena, que ingresa trémula, sino a la gente que se mueve semejando babosas brillantes entre el aroma de las flores de jazmín y rosas. Gente curiosa. Pretende mostrarse con un pavoneo histérico, intenta que el flash de los periodistas de sociales los descubran “en y junto a...”, parados codo a codo buscando ese ángulo perfecto de exponerse. Me siento molesta. Eso no para mi Macarena. Allí un famoso diputado calvo y grueso con su pareja veinte años más joven que brilla como cascabel dorado; allá el nuevo juez de la corte suprema con su cónyuge que intenta mostrar que `ella es la...legítima´, un verdadero logro en este tiempo; otro allá, médico famoso, que ha cambiado el cuerpo y el rostro  a hombres y mujeres que  pretenden seguir siendo jóvenes al invertir relojes y almanaques.
                        No esto para mi pequeña. Ella sonríe y tiembla, llega al altar donde su enamorado, casi adolescente la recibe lleno de gozo. Ajenos al gran sainete que se vive detrás, donde los adultos maquinan en silencio un futuro negocio, un contrato jugoso o tal vez sacar tajada a ese encuentro que para sí es tan sólo una parodia más.
                        Una joven soprano canta como ángel humano, el Ave María  y las ancianas sollozan recordando su tiempo de novias quinceañeras. Pequeños niños reptan junto a las piernas de sus jóvenes padres cerca del altar, ajenos a todo rito. Otros invitados sin disimulo miran los profundos escotes de las mujeres tan jóvenes como viejas son sus esposas. Arquitectos glamorosos, fiscales famosos, ingenieros o médicos, todos trajeados con sus chaqués o esmoquin, atildados para representar en una vieja ceremonia para la cual ya han perdido los sueños.
                        Macarena acepta complaciente su anillo nupcial sin saber que el “ senador de ultra derecha” mira con odiosa insistencia al “senador del partido de izquierda”, que se mira en las pupilas de su nueva conquista, una joven intelectual, socióloga, de la facultad donde es catedrático. Lejos quedan los ideales revolucionarios de su tiempo de estudiante. Él esconde obstinadamente la realidad actual; se ha mimetizado con esta nueva generación militante de ideas descomprometidas con la realidad social, decadente y marginal. La moda azota las conciencias y las palabras desvalorizadas se pierden en diálogos pomposos y huecos. No se juega como cuando era joven...¿ para qué?
                        El sacerdote con voz grave bendice la nueva pareja que sale con “Pompa y Circunstancia” a toda sonoridad del órgano. Cae un rocío de pétalos de rosa y jazmines, arroz y risas juveniles de las amigas de nuestra Maqui. Pero la mascarada continúa.
                        En el gran salón de fiesta la mascarada es más vistosa. Llegan todos los invitados que por falta de pudor o demasiado pudor, no se atrevieron a ingresar al templo donde el enorme “Ojo de Dios” los miraría,  no tan sorprendido como disgustado.
                        Un cínico maestro de ceremonia reparte a los invitados entre mesas primorosas. Hipócritas, copa de champagne en mano, los acá presentes se abrazan sonriendo, majestuosos enemigos políticos, displicentes parientes que se odian mezclan voces amables en un damero dantesco. Los buenos y los malos en el gran ajedrez de un teatro previamente instalado en nuestra comunidad...y ella , Macarena feliz, repartiendo besos y abrazos. De pronto se hace un silencio mortal, ha entrado el famoso ` enemigo ´ del tío de la novia, el hombre que lo denunció por los medios. ¿Qué sucederá? Nada. Los demonios disfrazados de caballeros dan un paso adelante y saludan como si fuésemos ángeles todos. ¿Todos? Y esa distinguida señora que es amante de...y aquel otro que coimeó a...sigue el corso.
                        Las jovencitas angelicales con rostros aún puros inauguran inquietas la cena y el baile. Los muchachos galantean desbordando nobleza en sus cuerpos deportivos a las muchachas. Mi ahijada se me acerca triunfante. La abrazo feliz. Dios quiera que sea tan bello y duradero como soñamos. Me muestra la hermosa sortija que le regaló él, un zafiro azul, puro, que perteneció a la abuela, y que luce con maravillosos reflejos. Yo la beso y ruego que no cambien. Su rostro, que yo amo desde el momento que se anunció en el vientre de su madre, mi querida amiga de la infancia, y donde hoy hay una luz nueva, la esperanza, me dice cuánto puede el amor joven. Y la madre sueña que su hija viva su experiencia de vida plena en un verdadero  hogar. Yo sé que ellos, con mi ayuda han podido conjurar ese mundo hostil en el que deben, por trabajo, moverse. Hemos compartido ternura, pena  y un gran compañerismo. ¡ Cuántas veces corrí a cuidar a Maqui cuando sus padres estaban en los tribunales o cuando tenían que salir para un curso...?  Me emociono y se me escapa una lágrima. Le doy un beso y dejo caer unas palabras claves: tolerancia, sinceridad y ternura.
                        Lo que suceda después será la gran posibilidad del destino. Hablaremos de ello dentro de un tiempo.


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