lunes, 31 de julio de 2017

CUENTO CORTO

EL SILLÓN DE SEDA...

                                   El joven escribano se sentó sin poder pronunciar una sola palabra. Su intervención en el robo al banco lo dejó perplejo... Él nunca había participado en esa reunión ni había firmado ese acuerdo. ¡ Allí frente a sus propios ojos estaba la prueba... esa era su letra y esa su firma...! ¿ Quién pudo haberla falsificado tan bien? Recordó un  sueño que tuvo la noche anterior y sintió que de alguna manera todo estaba relacionado.
            Sí, en su sueño, él, hablaba con Gervasio Respeche y le entregaba una serie de cartas y papeles. Luego veía unas manos atadas y ensangrentadas. Una cabeza sin rostro cercenada. Un sopor asfixiante, olores repugnantes y un chirrido agudo, lo atrapaba, no podía despertarse. Cuando logró hacerlo tenía un cansancio enorme y estaba transpirado y tenía la boca muy amarga. Estaba seriamente comprometido con la estafa millonaria. Muchas pruebas en su contra lo señalaban. No recordaba haber participado. Lo apresaron. Su abogado desapareció. Llegó inesperadamente “alguien” a rescatarlo. Su mujer no estaba en el país y no supo quien lo patrocinó.
            Sostuvo su posición. Él no tenía ninguna participación. Vio a Gervasio Respeche pasar a su lado con las manos esposadas. Rodeado de varios uniformados y hombres de civil. ¡ Se sorprendió! La sonrisa ácida del antiguo gerente era una contundente mueca sarcástica.
            Quedó libre bajo palabra y regresó a su casa. Ese alguien había pagado una fianza poderosa. ¡Estaba libre!, y salió apurado para alejarse de allí. Llegó frente a la puerta e ingresó confiado. Encendió la luz y a sus ojos resaltó el brillo lujurioso del sillón de seda rojo, que su esposa había hecho ubicar en el salón..., una fugaz imagen le acometió. Ese sillón estaba en su sueño. Recordó otras caras. Parecían máscaras. Pensó: - ¡Cuándo fuimos a Venecia con Respeche compramos esas extrañas máscaras de carnaval! - Se desprendió el botón de la camisa y estiró bruscamente la corbata para sacársela. En el espejo alcanzó a ver unas marcas en el cuello, dos pequeñas heridas en forma circular. Miró con atención sus muñecas, le dolían, y, vio también una marca morada como si en algún momento hubiera estado fuertemente atado. Sintió un insultante perfume a combustible, algo parecido al fuel oil. Luego se sentó entre los suaves almohadones mullidos del sillón. Apoyó una mano... entre los cojines encontró su lapicera de oro... - la misma tinta... - se escuchó decir- de los papeles del banco... - en su memoria flotaba esa idea extraña. ¡El sonido del teléfono lo estremeció! Era su socio que necesitaba, urgentemente, hablarle. Cuando trató de pararse, en una hendidura del sofá, una jeringuilla hipodérmica minúscula, se incrustó fatídica en su mano. Olió la muerte. Vio como se iniciaba un fuego junto a la ventana principal del salón. Un sudor frío le recorrió las  vértebras y comprendió... ¡ Había caído en una trampa mortal y del infierno nadie podría ya salvarlo!


No hay comentarios.:

Publicar un comentario