viernes, 7 de julio de 2017

CUENTO REALISTA

UN REGRESO ESPERADO.

      Había pasado un largo tiempo. Rosalba se había escapado con Tulián. Nadie sabía a dónde se había ido. Él, era del norte. Un hombre alegre como pocos. Mirada pícara y sonriente. Tocaba "la verdulera", acordeón heredada de su abuelo. Llenaba el patio de tierra húmeda apisonada hasta el cansancio, con sus melodías...medio gringas, medio guaraníes. Así como llegó, se acomodó rápido en el galpón. Hachó, podó, aporcó con heladas y viento, con calor y Zonda. Hizo todo lo que un “golondrina” puede hacer para juntar metal en la "guayaca".
      La finca  era diferente desde que llegó él. La Rosalba con sus recién estrenados catorce, se perdía en los ojos azules y los brazos fuertes de Tulián. Lo amó sin miedo. No esperó consentimiento.
      Los apesadumbrados padres se anoticiaron esa mañana, después de la melesca, que se habían fugado. Desaparecidos, nadie los había visto. El callejón parecía sombrío desde el parral desnudo. Los álamos se vistieron de otoño y se desnudaron sin que hubiera noticias.
      La Prosperita, madre al fin, entraba todas las mañanas a ventilar la habitación. Acomodaba los `peluches´de su nena. Lloraba con la triste congoja de los adioses silenciados. El Pascual, afilaba el machete cada día...por si acaso.
      Un día de tormenta, el cielo gris-morado, se desplomó con el granizo. El callejón parecía un largo río de hielo. ¡Y a lo lejos...muy lejos, apareció una mancha de color esperanza!
      Se fue agrandando hasta que los ojos de la Prosperita apresaron la clara imagen esperada.  ¡Así de rápido corrió la madre! Se enfrentó a una mujer madura de quince años con un niño en brazos y un  profundo dolor humano en el alma.
      Juntas regresaron bajo el alero del rancho que nunca la despidió, de sus infantiles ojazos tristes cayeron unas lágrimas alargadas. Ahora sí reflejaba el dolor del abandono.

      Entre el ruido de la tormenta se oyó clara una voz que decía: -¡Viejo, prendé el fuego...ya regresó la nena!

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