Y es la sangre
que fluye de mi mente,
antojada de silentes aflicciones.
El ocaso.
La llovizna y tus ayeres
dolorosos
que provocan la oquedad
y la premura.
Nada queda del valor. La
altanería, que en desmayo
de gritos sin mañana yo
no oía.
Presentía en el dolor y
en las miradas.
Vislumbraba en el olor a
podredumbre perfumada
con almizcles importados
y lavanda.
¡La cosecha, tal vez,
fue gloriosa para entonces!
Hoy...es miedo, y es...horror
y es compromiso.
Sospechosa como oscura
servidora, allí parada
está la Hembra calva y desdentada,
esa
que como dueña
agasajada, se ríe entre las sombras.
Ingenuamente nos
cubrieron con la música y el eco
de un precioso y agradable
estribillo inexistente.
¡Qué procaces! ¡Cuánta infamia!
Profanamos el prodigio
de la vida.
Engendramos el odio y la
nausea y más violencia.
Y esos muertos.... ¿Qué
será de sus almas y tormentos?
¿Qué prodigio hará que
nos reciban con clemencia?
¡Hoy me siento una
hoguera de ignominias!
Hoy perdono a pesar de
mi dolor y de mi afrenta,
¿A quién más podré
culpar que a mi destino?
Que me dio alas de ángel
y que transformé en mil saetas!!!
Quiero dormir...,
adormecer a mi conciencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario