Silencio. Encuentro y gozo de lo pequeño
de
la belleza de la vida que me asombra.
Replanteo de ayer, de hoy , aunque el dolor me
Arranque del costado una espina no estoy sola.
Conmigo está la espiga madura, las dulces vides
calientes.
Es verano. Un perfume de pan dorado en la mesa,
una copa de sidra en el mantel de hilo, un muérdago
azulado
velas chorreando ilusión y espera, una campana.
Y entonces... el milagro. La familia. El pesebre.
Una luz penetra en el pórtico, es Él que penetra en
nuestra casa.
O eres tú, padre, que regresas de la noche,
para llenar la casa con aromas de cielo. ¡Qué
misterio la vida !
Que misterio. Pero ahora penetro el silencio, cambio
la lumbre de la tarde por la lámpara quieta de
mañana.
No hay tiempo en el solsticio de verano para trepar
al cielo.
Silencio. Una mirada con nube se perfila en el
poniente.
Y la luna, la trágica, me apaña en su celeste rostro
de mitómana
señora de la nada, adiós, me dice y retrocedo al
ayer.
Sigo contemplando los recuerdos dormidos,
la belleza... la vida. Padre. ¡ Qué misterio tu
suerte !
Qué misterio.
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