lunes, 5 de marzo de 2018

UNA MUJER, AMOROSA


Apoyó la frente en la ventana. Un frío le recorrió la espalda y todo el cuerpo. Estaba muy cansada y quería recordar, tan sólo recordar esos largos días de casi otoño o mejor de principio de invierno, cuando caminaba por los parques y la lluvia  le corría por la espalda y le mojaba todo...rostro, manos, piernas, en fin llegaba al departamento totalmente empapada. Miró por los ventanales y casi no se veía nada. La lluvia cada vez más fuerte chorreaba por los vidrios. Era  muy lindo ver la ciudad desde esa ventana, pero ahora solamente se veían algunas luces de autos que escapaban por la avenida como cucarachas con la luz.
Se volvió lentamente, se sentó y con el control remoto ,reactivó el sonido de la música que había cesado. Nuevamente se sintió feliz de estar viva y de escuchar a Vivaldi. Con un café en la mano, le pareció que tenía todo lo que se puede pedir de la vida. El sonido del timbre la perturbó pero no se asustó, estaba acostumbrada a recibir gente a cualquier hora. Lentamente se irguió y fue hasta el portero eléctrico, pero el sonido era de su puerta.¿Quién podía ser a esa hora?
La voz tranquilizadora de Rodrigo la hizo abrir rápidamente. Allí estaba él, mojado hasta los huesos y chorreante, parecía un fugitivo que esperaba ayuda. No necesitó invitación. Pasó. Esa era su casa. Ella le trajo unas toallas secas del baño y sin mediar palabras comenzó a secarle el suave cabello largo y rojizo. Él se sacaba lentamente la camisa , el jeen y las medias. Las zapatillas ya las había tirado en el pasillo de la entrada. Estaba helado. Le trajo un enorme suéter de lana  y unas pantuflas de color rosado con pompones. Él  se reía como un niño, en realidad casi era un niño. Sus veinte años hablaban de una enorme juventud, pero no de inmadurez. Él era muy maduro para  enfrentar la vida. Le dio un café caliente y cuando ya lo vio con un color humano comenzó a acariciarlo. Él apoyó la cabeza en su regazo y se dejó querer , mimar y soñó.
Ese día ella cumplía como dos mil años. Así los sentía. Los compañeros de la oficina la sacaron casi a la rastra del trabajo y la llevaron a una cantina donde comenzaron a pedir pollo y mariscos y ensaladas y salsas con pastas .Ella quería quedarse sola en la casa y olvidarse que estaba viva. Comenzó a llover, igual que ahora, todos le hacían chanzas para que se divirtiera. La adoraban. Esa mujer era muy especial. Entre todos le dieron un ramo con tres docenas de rosas, porque ella no quería cosas materiales y las flores son las sonrisas del cielo en tiempos de dolor.
En el piano había alguien que  interpretaba un "Chopin" magnífico. El humo de los cigarrillos no le permitían ver  a quien tan bien ejecutaba esos preludios. El murmullo de la gente cesó cuando comenzó a 
escucharse  él " Estudio Revolucionario" , se notaba que ese hombre amaba como ella a Chopin. Se enderezó y alzó su cuerpo intentando verlo. Vio tan sólo un largo cabello de extraño tono cobrizo, que con la luz parecía cobre bruñido. Se paró y se fue acercando, pensó encontrar a un viejo músico  trasnochado, algo alcoholizado y gastado por la mala vida nocturna. En su lugar se enfrentó a un muchachito que apenas tendría quince años y que por su ropa y sus modales era una chico de la calle. Unos enormes ojos color dorado se desprendieron del teclado para mirarla y dedicarle una intensa sonrisa. Muda observó como de un solo trago se tomaba una cerveza cuya espuma caía de la comisura de los labios y se secaba con la manga de un sucio suéter de un color infernal. La volvió a mirar y de pronto comenzó a tocar  "La Patética". Era una de sus melodías favoritas. Desde ese momento fue su protectora aunque él no lo supiera. Ella no dijo nada pero él chico dejó de tocar el piano y se acercó con su mano extendida y ella lo tomó de la mano y se lo llevó. Él nunca había estudiado música pero vivía de ese don especial .Cuando escuchaba una melodía la podía repetir en cualquier instrumento.

Vivió con ella , pero se iba cuando quería .Siempre regresaba, especialmente  en invierno o cuando llovía. Se durmió en su regazo, con el consuelo del amor de ella que siempre lo esperaba con silencios. Nunca preguntaba, pero estaba allí. Cuando despertó había salido el sol. Ella ...ella estaba fría .Ella estaba muerta . Sus casi ochenta y siete años le habían hecho una trampa .Él lloró sobre esas dulces manos. Cerró la puerta del departamento y partió.
Él  la amaba, nunca había amado tanto a una mujer. Sabía que era ridículo y que ella nunca sabría ya, que  él ,la amaba no como protegido ,como niño, sino como aman los hombres que saben el dolor del amor  imposible, entre un joven de veinte años y una anciana.



                                                               


No hay comentarios.:

Publicar un comentario