"
Alves...gritó con fuerza....compadre Alves...no me niegue este
favor."
Horacio
Quiroga.
En
la calle se apretaba la gente alrededor de un hombre caído en el pavimento.
Nadie se animaba a tocarlo. Un murmullo sólido se elevaba como un remolino de
palabras incomprensible... - ¡ Pobre hombre...! , ¿ Alguien lo conoce?, ¡ Está
casi... bueno, si llegara la ambulancia...! - así entre los transeuntes se iba
declamando un sincero deseo de darle una mano. El hombre tenía una mirada
extraviada y un rictus amargo en sus labios apretados y lívidos. Estaba solo.
El frío del cemento y el agobio del círculo de curiosos no lo dejaban respirar.
Cerró los ojos, que inyectados en sangre, parecían dos pequeños insectos. Quiso
pensar en algo lindo...¡ su hija..., la Clara , ella estaría ahora sentada en la cama
mirando la telenovela...y en el Tincho...ese perro insólito de piel lanuda y
olfato de cazador, seguro estaría con sus largo hocico husmeando entre las
manos de la muchacha...! Cerró los oídos
a los llamados de esa estúpida gente que le hablaba. Él estaba allí por
desición propia. Era alto el edificio desde donde se había... Un ulular de
sirenas lo hizo atravesar el tiempo y lo trajo a la realidad. Le dolía un poco,
sólo la cabeza, desde el pecho hacia abajo no sentía nada. Seguro que esta vez
la había pifiado, pensó con rabia. Mañana lo intentaría de nuevo...total, si a
nadie le importaba su desesperación. Recordó cuando le llegó el telegrama de
despido. Pidió y rogó en tantos lados por un trabajo. Dignidad. Eso le daba a
él el trabajo y orgullo. Clara lo necesitaba con trabajo. Los remedios no
venían solos y los médicos tampoco. Vio la cara de un hombre que se acercaba a
su rostro. Tenía un aire de horror y desconsuelo. Él tenía rabia. Una rabia como
un globo rojo que se inflaba y se agrandaba como si fuera a explotar. Quiso
moverse y no pudo. El médico con un enfermero y un mirón lo estaban tratando de
meter con mucho cuidado en una camilla. Sin piedad puteó y se hizo un silencio
absoluto. Los otros se molestaron. Un tipo raro se acercó para hablarle de la Biblia. Lo puteó. A él
hablarle de Dios...si le había quitado todo por lo que podía seguir viviendo.
Hasta Clara era una cruz en su vida. Se distrajo cuando un muchacho con el pelo
verde y un sinnumero de aros, le trató de afanar el reloj.
¡ Hijo de gran puta...qué más quieren que les dé !
Ya
adentro de la ambulancia el médico comenzó a darle una inyección y oxígeno. Le
hablaba y no se podía concentrar. ¿ Qué le decía ? ¿ Hemi...qué? Se estaba
durmiendo con la "pichicata". Se iba...se iba.
Despertó
en el ruidoso callejón donde se había dormido. Las botellas de vino a su
alrededor brillaban con las luces de neón. Trató de incorporarse, casi no
podía. Le habían robado todo...zapatos, plata, reloj... pensó en lo que había
pasado esa mañana. Su hija Clara...el accidente. ¡Tenía que regresar para
seguir en la lucha, ahora lo necesitaban más que nunca ! Alguien lo tomó del
brazo...era un hombre oscuro y mugriento que le tendía una mano con una
botella casi vacía... - ¡
Alves...- gritó con fuerza...- Compadre Alves...no me niegue este favor...!-
Se sacudió con fuerza mirando al
ebrio que le gritaba pidiendo vino. Él no podía caer en eso. Caminó descalzo
por la calle buscando el camino a su hogar. El sol asomaba anaranjado entre los
edificios. Se fue llorando.
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