Un fuego arrancaba el núcleo
inclemente del matorral, nada puede aplacar su furia. El rojo aparatoso del
incendio me coloreaba la piel y con todo lo que teníamos tratamos de apagar el
furor de las llamas.
Los animales quedaron atrapados
entre el río y el siniestro que avanzaba como potro desbocado entre los
matorrales. Inesperadamente, un viento cambió la dirección de las flamas y se
fue hacia el pantano, las aguas cenagosas comenzaron a hervir y medio
chamuscados fueron apareciendo algunos animales y bestias cenicientas. Así
salvamos el parque natural.
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