Si se perdiera un rumor dentro de
mí
Allí, donde permanece el aliento
cual un guijarro,
gema con tamaño de océano de
pétalos de barro,
lodo que imprime un sello en la
mirada,
prenda de seda y cartón escrito
con violetas,
mi vestido de fémina hundida en
la templanza.
Si se perdiera una brisa en las
olas del bosque
con péndulos de relojes oxidados
y el cobre tañendo
en la tarde del equinoccio de
verano.
Un latido percute en el piano sin
cuerdas
el violín exprime un agónico
sueño azulado.
Un rumor entra en mí como el
canto de un ave.
Pierdo la pisada en la orilla del
lago ceniciento.
Camino con la piel debilitada por
las piedras,
Subo en las hojas enormes de una
hiedra que trepa.
Me cobija una hilera de libélulas
de nácar.
Asomando el sol su sonrisa de
plata y mandarina.
Dejo que ingrese la voz y el
rumor del silencio.
Ya no estaré desdibujada en la
orilla del lago.
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