martes, 22 de noviembre de 2022

GRAND RAPID, ALLÁ VOY

 

Después de subir y bajar de seis aviones, llegué al Estado de Michigan. Está tan cerca de Canadá que sentía que el mundo estaba patas para arriba. La llegada fue indescriptible, no hablo inglés y no veía a mi amiga, casi hermana que me esperaba.

¡La encontré! Lástima que estábamos a kilómetros de la ciudad dónde ellas, que me recibían, viven. Llegué a Denver y ellas están en Grand Rapid, y son como cien kilómetros de distancia. Había tomado cuatro aviones para llegar y ni cerca de lo que debía usar para regresar a mi país.

La alegría y la charla, hizo que no sintiera el cansancio. Los caminos son tan hermosos que me faltaban “ojos” para mirar y disfrutar. Muy de americanos, nos detuvimos en un lugar a orillas de la carretera en una hamburguesería. ¡Comí una verdadera “hamburguesa” típica! Entiendo que son riquísimas, era mi segunda vez. ¡Sí, en Taiwán había comido las hamburguesas que trataban de introducir la empresa Mac Donald, en ese país asiático! No diferían mucho de las americanas, pero eran, aquellas, más picantes. Yo odio la comida con “chile o ajíes”, me torturan las mucosas bucales.

Al llegar a Grand Rapid , descubrí una ciudad pequeña que sorprende porque tiene una edificación moderna y bella, cercada de campos de labranza. Luego la recorrí y vi lo que significa el trabajo del hombre cuando quiere crecer.

Me faltaban brazos para rodear los viejos amigos de la infancia, y a los hijos y nietos de quienes estaban felices como yo de reencontrar después de muchísimos años. Casi hermanas y hermanos, que la vida separa por esa triste historia de los que tienen que partir buscando un trabajo y vida mejor.

Festejos e invitaciones de cada familia. Un día yo propuse cocinar “empanadas criollas”, que me salen sabrosas. Cuando fui a proveerme de los elementos al supermercado, me encontré con tantas cosas exquisitas, que titubeé, pero…promesas son promesas. De Miami hicieron llegar las masas. En USA nadie amasa en casa. Y yo con un palo de amasar, afinaba la masa y la cortaba, como hacían las abuelas hace años. El relleno, sin problemas; pero horneaba una docena y media, y cuando llegaba a la otra docena y media, ya no quedaba nada. Ellos llorisqueaban porque sentían el sabor de la patria perdida en el Sur del Sur. ¡Una fiesta aparte!

Fuimos al río, unos días después, y a su vera a un restaurante hermoso, donde pudimos degustar un buen vino mendocino, argentino; mientras comíamos una exquisita cena americana. La luna se metía en las hondas del agua que corre limpia y fresca. Unas luces de colores en el lecho del río, sorprendieron mi gusto, ya que nunca imaginé que la tecnología podía lograr esa maravilla.

El botánico era indescriptible. Tenía una variedad de plantas del mundo que no tiene nada que envidiarle a los de Bogotá, Buenos Aires y París. ¡Y sabiendo que en invierno es tan frío, tienen todo preparado para que aun las épocas cuando la nieve los cubre, las plantas no sufran!

Justo era la época de Halowyn, creo que se escribe así, por lo que vi la colección de zapallos más grandes de toda mi existencia. En la granja nos pasearon por los maizales, los trigales y hasta la fábrica familiar de dulces caseros del granjero. A la noche vi el famoso paseo de chicos disfrazados con sus cestas recogiendo dulces. Una fiesta “pagana” que está muy arraigada en América del Norte y que lentamente se va infiltrando en el mundo cristiano.

Una mañana mientras desayunaba en el departamento donde me alojaba con mi amiga Adriana, prendí la Televisión, a pesar que no entendería nada, y mi sorpresa fue encontrar a una actriz que admiro, charlando como si lo hiciera conmigo. Era la actriz  Whoopi Goldberg en un programa de Oprah Winfrey, famosas ambas y actrices que admiro por sus actuaciones en películas como:” El color púrpura”, cuya novela he releído en contadas ocasiones. ¡Y siempre lloro! Y allí estaban ambas y sonrientes hablaban de cosas del momento que yo no podía comprender, pero me deleitaban.

En Grand Rapid todos los años se hacen exposiciones de arte. Todos los habitantes de la ciudad participan de alguna manera: con sus obras u ofreciendo un espacio en cafés, restaurantes, parques y jardines, para que los artistas hagan sus muestras. Músicos, pintores, escultores, bailarines, titiriteros… en fin toda la ciudad es un enjambre de arte y artistas. ¡Un placer!

En el teatro principal, la orquesta propuso un magnífico concierto de obras universales. Un lujo que disfrutamos en familia.

La presentación de mis libros, charlas en la radio para la gente de habla hispana y el reportaje en Televisión del lugar me dejó perpleja y feliz. Era ser conocida en la otra zona del mundo más lejana de mi tierra. ¡Gracias, mil veces gracias!

¡Fue muy triste la despedida! Me debía mover en seis aviones distintos para llegar a mi tierra y eso estresa a cualquiera. Abrazos, besos, caricias y mucho amor que se va dejando entre los ojos llenos de lágrimas de los queridos amigos.

¡Un viaje totalmente diferente! Adiós y gracias. 

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