lunes, 7 de noviembre de 2022

UNA FIGURA SOLITARIA

           

Miró el cielo y se sorprendió por el color sombrío de las nubes. Una tormenta perturbadora se apoyaba sobre el horizonte. Amarró la barca  en el fondeadero junto a la del “Griego” y ató con fuertes sogas el trinquete  y las lonas para sostener su futuro. El bote pesquero que tanto amaba podía ser presa de la ira de los dioses del mar. Era lo que aún tenía para seguir viviendo. El sentido de respirar y suspirar, de alimentarse y seguir vivo.

            Tres años atrás, había perdido a su compañera. Guadalupe o Lupe como él le decía en la intimidad, sucumbió al cáncer que hizo estragos en su amada. Noches en vela abrazando su cuerpo débil y dañado, su fragilidad era la de una ola en la escollera.

            La piel y los huesos se perfilaban en el adorado cuerpo de Lupe. El sol se apagó en sus ojos y en su corazón y la dejó en la tierra bajo una losa que apenas sostenía el nombre querido: “Lupe, amiga y compañera”

            El “Griego”, le gritó que saliera del malecón y se refugiara en la vieja casa de piedra. No lo oyó. La lluvia, truenos y relámpagos tapaban incluso el agitado tañer de las campanas de todo el puerto y barcazas. Corrió. Se encerró en la bodega del “Húngaro” esperando que cayeran algunos rayos. Maldijo en todos los idiomas que imaginaba existían. Sólo con una botella de ron, se tiró en una hamaca desvencijada y se quedó dormido. El bramido del mar sobre las piedras y el choque de la madera quebrándose entre las rocas, lo despertó.

            Aventuró una salida y en el enmascarado chubasco, entre luces de rayos y relámpagos, alcanzó a entrever su casa. Aferrándose a las paredes y pasamanos pudo llegar. Empapado y haciendo un enorme esfuerzo abrió la puerta y un aire helado encubrió su aterido cuerpo.

            Encendió la salamandra y desnudo, se tapó con una manta que tenía más recuerdos que años y más nostalgias que belleza. El aguardiente le avivó la sangre. No supo por qué, lloró como hacía años que no lloraba. Y por primera vez, después de haber regresado del dolor de Lupe, pensó en Dios. ¿Existe? Pensó en su historia de marino pobre. ¿Cuándo ese Ser dispuso que él, fuero lo que era y ahora estaba así, más inerte que las piedras de su morada?

            Bramaba la pesada puerta y las celosías como gigantes en guerra. Las olas traían grotescas ráfagas de agua salada hasta la vivienda. Casa muy antigua la de los marineros. De generación en generación estaban ocupadas por familias pobres y linaje de bravíos pescadores. Comió un trozo de pan con tocino. Y concluyó con la imagen de su destino. Mañana si estaba en pie y su bote perduraba; y la borrasca, como otras se amansaba, saldría a buscar atún con el “Griego” y el “Húngaro”. Eran amigos. No, eran su sostén en la pesca y sólo compañía en el bar algunas noches de bonanza. No conocía sus nombres. No sabía ni cuándo ni de dónde llegaron a Puerto de Las Palmas.

            Nunca se preguntaban nada, la gente llegaba y se unía con sus barcos y sobrevivía sin investigar pasado ni presente y si un día ponían proa y se iban, dejaba un silencio que pronto ocupaba otro extraño hombre de mar.

            Ajumado con un aguardiente pésimo, se durmió hasta no oír la tempestad que pugilaba la rada.

            Envuelto en un silencio roto sólo por el grito de los cormoranes y aves peregrinas que desquitaban bocados dejados sobre la escollera y las piedras del puerto, despertó. El sol caía poderoso después de la tormenta. Se vistió y salió. No quedaba nada. Maderas rotas, jirones de lona que fueran sus velas y restos de redes. Rocco Vaccaro no tenía nada. Su linda chalupa era tablones y astillas. Se sentó en las piedras frente a lo que fuera su barco. No habría atún, ni cangrejos, ni sueños.

            El “Griego” y el “Húngaro” llegaron y mudos se quedaron junto a él, y lloraron por primera vez unidos. Después caminaron hacia el viejo bar. El anciano “Krystos” como antiguo pirata, les sirvió una copa del mejor ron caribeño y no articuló palabra.

            Pasaron horas interminables sin hablar. Pertinaz, Rocco de pronto dijo: “Tenemos que hacer algo. Juntar lo que nos queda y comprar otro barco.”

            La mirada sorprendida de los hombres lo hizo perseverar y les habló de su pérdida más grande: Lupe.

            Se pusieron de acuerdo, comprarían un bote y seguirían pescando. El ron hacía su parte en el acuerdo.

            Al salir del tugurio, se dispersaron buscando cada uno la ruta a su promesa. Rocco se detuvo frente a su casa y parada allí, había una extraña muchacha. Lo miró largamente en silencio. Era joven y frágil. Perplejo siguió hasta la plaza y buscó el letrero del viejo prestamista. Él aún tenía el reloj de oro de su abuelo y monedas que encontró buscando ostras. Eran monedas de oro, antiguas y las había guardado mucho tiempo. El viejo avaro, las mordió, cepilló y pesó, repesó y mascullando improperios le entregó unos buenos billetes. Al salir de la vivienda del ducho mezquino, la volvió a ver. Estaba parada junto al portal. Esperaba. ¿Qué? Se preguntó Rocco con temor, tal vez ¿quería su dinero tan duramente conseguido? No. Sólo lo miraba. Ojos color de cielo tormentos y silencio obstinado.

            Llegó a su casa. El “Griego” lo esperaba sonriente. Tenía un puñado de billetes. Llegó el “Húngaro” y también traía él su cosecha de dinero. Juntaron suficiente para comprar un barco de pesca de altamar. Oportunamente vieron a la joven detenida en la escollera. Solamente Rocco, la miró con detenimiento. Era bella.

            Pasó un tiempo y cada día, la figura solitaria, parada en los caminos, calles o sitios más extraños, estaba ella. Un día Rocco se animó, la encaró y habló. Mil preguntas, ninguna respuesta. Le tomó la mano y se la llevó al pecho de hombre fuerte, lo miró a los ojos y él sintió un calor descolgándose en su cuerpo. La atrajo a su casa, a su cama y osado la gozó en silencio. Dulcificó los días. Una noche de tormenta, cuando dormían, ella despertó y salió. Se fue.

            Nunca supo el nombre. Nunca de donde vino y jamás sabrá adónde la podrá buscar. ¿Será el alma de Lupe hecho mujer?

           

           

 

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