Una brújula apunta a la nuca del sol.
El viento codicioso gasta la orilla de los arenales
con su lejano fuego helado y en las tinieblas yace
con una vena abierta y desgarrada, con espejos azules.
Sangre prieta y mutante la muerte. Conjuro de gaviotas negras.
Rocío y apremio del rosal en madrugada.
Se puede estar vivo y roto o trizado en mil escamas.
Pero esto de estar vacío y fuerte, en duelo permanente;
con la garganta sólida y la voz caliente.
La brújula se mueve enloquecida, gira.
El sol alimenta la marea y el despertar de las sirenas
náyades, delfines nos apremia. Hay una mariposa.
Un ave. La vida traspasa el umbral de los ciclones.
Estoy viva y desgarrada por la espera. Inquieta.
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