viernes, 11 de agosto de 2017

PROYECTO DE UNA NOVELA ¿LA SIGO?

“Nuestra libertad y sostén cotidiano tienen color de sangre y están henchidos de sacrificios” Che Guevara. Carta a Carlos Quijano 1965.

            La “Mara” sabe bien quién es la Delfina y la odia. Recuerda que en la escuela siempre la distinguían por el color de pelo; pero su odio viene de antes. Ella estudió gracias a una beca que le habían dado las monjas ¡Hipócritas hijas de puta! A ella le encantaba estudiar y era inteligente, pero su madre era sirvienta en la casa de los Denegri Leal. Su madre, una infeliz… se calentó en algún baile y de allí salió ella. Una hija sin padre conocido, lo que decían sus compañeras, “mal cogida”. ¡Si le habrá hecho cosas a su vieja! La insultaba, hasta le había pegado y la muy otaria, era tan débil, que bajaba la cabeza y  callaba.
            Un día el patrón de su vieja debió verla o escucharla y la llamó. Cuando se enfrentó al hombre, descubrió que en su mirada, había una inmensa ira. Le dijo mil pavadas. ¡Su madre, una buena mujer!
            ¡Una cagona, ignorante! Esa es mi madre, una prostituta. Mejor ya no la vería más. Yo voy a revanchar su boludez seré un héroe que revolucionaré a todos estos oligarcas ladrones.
             La Delfina, siempre con ese aire de niña común y sencilla en la escuela tratando de ayudar con el rosario en la mano a las otras idiotas. ¡Beata inmunda! Con esa voy a empezar, se dijo siempre.
            ¡Se ha ganado el cariño de todas las compañeras la mentecata, es una estúpida! Si ella tuviera esa cara, ese apellido y esa guita. Tenía que destruirla a la tontita de la Delfina y a todas las Delfinas del mundo. Borrarles las sonrisas de felicidad. ¡Cómo había  gozado viéndola meada y muerta de susto!
            Todos los compañeros la miraban con interés. La mayoría nunca había tratado a esas tilingas de doble apellido. Claro que estaba el “Capitán” que era de la misma casta que la Delfina! Pero él, era distinto. Era un revolucionario de verdad. Se había preparado en Cuba con Castro y el “Che”, un héroe.
            Era bravo y duro. Había abandonado una carrera en un estudio jurídico famoso, hecho con mucha clientela, por “la causa”. La guita de los padres y toda esa refinada educación del colegio pago y del liceo. Se había metido en el grupo hace años y se metió en el culo los remilgos.
             ¡Después de irse a la Habana y recibir instrucciones, regresó y los manejaba con inteligencia y astucia! Hasta se olvidaban que era un tipo medio aristócrata. Él había traído al tipo ese, el franchute, que ahora le hacia guardia, a la Delfina. Era de desconfiar. Demasiado fino y delicado. Ella no le quitaría los ojos de encima. A la “Mara” le gustaban los tipos de su clase. Luchadores y con esa bronca bien notoria, que dan las dificultades.
            Todos se conocían con los nombres de guerra. Pero más o menos venían de la misma cuna. ¡Ahora la Delfina sufre y ella va a reivindicar a todas las muchachas proletarias! Que la enjuicien y la maten. Así van a saber que con toda la tilinguería del mundo, las que mandarán en el futuro, serán las mujeres fuertes y duras con ella. La “Mara” sale del trabajo sonriente. Nadie sabe lo fuerte y poderosa que es.
            ¡Cuando la llaman a la oficina del Coronel Bermúdez en el Comando, va con aire de alegre sumisión! Si supieran, que de ahí saca ella los datos, que necesita el “Compañero Capitán Nacho”.
            En la guardia, le entrega a un soldado un carnet credencial, con sus datos. ¿Qué saben de ella? Nada. Datos de filiación. Adentro ella es otra persona. Nadie reconocería a la “Comandante Mara”, de la empleada inofensiva en el Comando del Ejército

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