Allá en la
tarde del otoño tardío donde un collar de promesas
llenó mi vasija de peonías blancas.
Allí encontraré el nido de cometas y
auroras.
Una flor.
Una espina.
Tal vez una trompeta sonará en el
vacío.
Yo besaré las plantas de quien camine
junto a mí, en el silencio de la
tarde.
Un silencio de playa solitaria.
De dunas.
De Escollera.
Recordando una historia.
Lejana.
Ya perdida.
Amiga de mi ensueño.
Allí caerá lenta una lágrima de
ámbar.
Rueda por mis mejillas.
Ahora, en este instante.
Estaré enamorando el oro de los
bosques.
Son lágrimas de nácar.
Balbuceo inquieto con manitos de
espuma.
Bostezo de gaviotas en mi playa
dorada.
Mi pensamiento esgrime un túnel de
amapolas.
Allá en el
continente donde refugio el tiempo,
arderán las astillas de mi cruz
agobiada.
Me voy...camino lentamente por la
arena.
Y lleno mi
boca de aromas a ternura, con besos atrevidos
que rozan mi garganta en minutos de
ensueño.
Allá estará el milagro.
Allí la alfarería de manos milenarias
fraguará un hallazgo con los dioses.
Y el otoño travieso envolverá mi
cuerpo de matices cobrizos.
Volveré a la calle de grises
adoquines.
Seré mujer. Lo sabes. Mujer...
cargada de silencio.
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