“El hijo que ya me
dejó hasta que lo reencuentre” Una madre.
Darío cerró
con un golpe la puerta como si se terminara el mundo. Había discutido con los
padres. se sintió acorralado porque le preguntaron qué estaba sucediendo con
sus estudios. Tenía sed de libertad, de ser dueño de su tiempo, de su vida.
Había
cumplido los dieciocho años en noviembre y tocó el cielo con las manos. Pidió
usar el auto, el “fitito” que con tanto esfuerzo había compara do el padre. Se
había enamorado de una chica de buena familia… de clase alta y que parecía una
princesa sacada de un escaparate.
Darío pensó
que sus padres no lo entendían, cómo le iba a decir que eran tan humildes y
pobres. Su padre obrero y su madre modista… no, él no podía.
Cual fue la
sorpresa cuando en el café le contaron que el padre era un estafador y la madre
se había escapado con el chofer. Discutió con los amigos. Se peleó con todos y
salió dando un portazo.
Llegó esa
noche y en silencio comió el exquisito plato de lentejas que su madre había
preparado. Los padres se miraron en silencio. ¡”El hijo pródigo había
regresado”!
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