Lucio, Marcos, Leonardo y Jorge,
decidieron hacer un viaje al sur de la
Pampa para hacer un fin de semana cazando. ¿Por primera vez
las esposas aceptaban que fueran juntos en la casa rodante de Marcos! Ellos no
sabían que ellas tenían planes propios. Usarían ese fin de semana sin esposos
para ir de compras, a la peluquería y
comer en algún restaurante de moda. Todos ganaban ellos no tener que
despertarse temprano para ir a sus trabajos y ellas hacer esas cosas de
“mujeres” que ciertamente molestaban a
los maridos.
En la camioneta se acomodaron con
tantas cosas que parecía que iban a dar la vuelta al mundo. Rosita, les había
preparado sus codiciadas tortitas con chicharrón y las puso en una caja de
galletas, que cuando quisieron acordar quedaba la mitad. ¿Eran tan ricas!
Partieron bien temprano al llegar a Desaguadero, no advirtieron que en la otra
cabina venían los “nuevos” esos que había invitado Leonardo y que no conocían
de antes de esa expedición. Lucas pidió que lo cambiaran con el otro grupo para
ir chequeando qué tal eran.
Charló un rato y cuando andaban ya
por el campo traviesa, por una de esas rutas de pura tierra, uno de los que
viajaban sacó un revolver y disparó a una liebre que corría como libre, no más.
¿Buen susto y bronca se llevó Lucas, tenían por costumbre no llevar armas con
balas en la cabina! Puramente por precaución.
“Las armas las carga el Demonio y la
descargan los tontos” decían en cada cacería.
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