La paz es más difícil
que la guerra. Se necesitan dos para hacer una paz, y solamente una para hacer
una guerra.
Bonifacio Pazos.
Los vi pasar entre los
soldados como fantasmas olvidados. Eran migrantes que serían regresados a sus
tristes vidas. Nadie los quiere. Son como escoria ardiente en las fronteras.
Lloran, nadie los contiene. Han perdido todo.
Luego los volví a ver
como mendigos suplicantes. Tienen hambre y frío. Son los parias del mundo que
castiga sus vidas, tristes almas dolientes. ¿Adónde han quedado sus familias?
Dónde estará su hogar y el fuego de las marmitas secas. Los lechos desnudos,
sin mantas, sin calor, sin cielo.
¿Quién se hace cargo
de sus dolor sombrío? Su negritud los transforma en seres perdidos en la nada.
Son marginales del amor y la justicia. Son los que huyen de los campos donde no
hay agua ni árbol que los cobije. Son cuervos, pájaros perdidos entre
nubarrones de insectos que los muerden. Sudan y lloran. Nadie los quiere.
Palmas blancas y dientes rotos por la falta de calcio y alimentos. Pies
desnudos. Frío.
Se los llevaban atados
como siervos en la noche. Su selva está perdida, ya no hay frondas, ni agua, ni
gallinas. Sólo hay oro, minerales exóticos para los países que los echan fuera
de sus fronteras y murallas. ¡Dios Bendito, apiádate de ellos!
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