martes, 20 de noviembre de 2018


La paz es más difícil que la guerra. Se necesitan dos para hacer una paz, y solamente una para hacer una guerra.
                                                                               Bonifacio Pazos.


            Los vi pasar entre los soldados como fantasmas olvidados. Eran migrantes que serían regresados a sus tristes vidas. Nadie los quiere. Son como escoria ardiente en las fronteras. Lloran, nadie los contiene. Han perdido todo.
            Luego los volví a ver como mendigos suplicantes. Tienen hambre y frío. Son los parias del mundo que castiga sus vidas, tristes almas dolientes. ¿Adónde han quedado sus familias? Dónde estará su hogar y el fuego de las marmitas secas. Los lechos desnudos, sin mantas, sin calor, sin cielo.
            ¿Quién se hace cargo de sus dolor sombrío? Su negritud los transforma en seres perdidos en la nada. Son marginales del amor y la justicia. Son los que huyen de los campos donde no hay agua ni árbol que los cobije. Son cuervos, pájaros perdidos entre nubarrones de insectos que los muerden. Sudan y lloran. Nadie los quiere. Palmas blancas y dientes rotos por la falta de calcio y alimentos. Pies desnudos. Frío.
            Se los llevaban atados como siervos en la noche. Su selva está perdida, ya no hay frondas, ni agua, ni gallinas. Sólo hay oro, minerales exóticos para los países que los echan fuera de sus fronteras y murallas. ¡Dios Bendito, apiádate de ellos!

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