Matías
Roca caminaba por la calle del sector bancario y en la esquina de 12 Sur y 34
Este, tropezó con un hombre. Iba muy distraído, nuevamente le negaron la
edición de la novela. ¡Estaba enojado y lo insultó! El otro, lo tomó del brazo
y le dijo:- ¡Vamos Matías, no te enojes así, reconocé que venías leyendo el
celular y no me viste!- ¡Oh, sorpresa era Rogelio Freites, su compañero de
secundario!
-Te
invito a tomar un café y lo condujo suavemente hacia un bar en la esquina. Mozo
traiga…¿Qué tomás un trago o un cortado? – Un cortado con tostadas. Gracias.
¿Qué ha
sido de tu vida Matías? Hace por lo menos veintitrés años que no hablamos. Te
vi tan molesto que espero me des una explicación.
-Aunque
no me lo creas, soy el mejor escritor de este momento, Rogelio, pero la envidia
de los mequetrefes de pacotilla me tienen cansado. ¡Soy el mejor y no me
valoran! Han premiado a cada desconocido, a cada mentecato… ya me harté.
Te lo digo,
todos se creen los mejores. No saben escribir ni la o con un platillo y dicen
ser grandes escritores.
Les
encanta que los llamen de las radios y las universidades y hablan sandeces. A
veces creo que si los das vuelta no les sale ni una palabra hermosa ni una
narración digna. ¡Pero ellos se creen superiores! Y se burlan de los que no se
muestran ante el público con palabras difíciles y sin mucho argumento. Si te
invitan a un lugar donde se juntan escritores de calidad, fingen no poder ir,
porque saben que no podrán con la soberbia y la rabia de no ser atrapado por
los micrófonos. Se compran ropa importada y comentan al pasar que vienen de
traer un premio de un país extraño, lejos, donde le hacen los amigos un
precioso certificado o una plaqueta dorada con sellos que imprimen en Internet.
Los he
visto pelearse por una silla. Sentarse en los primeros lugares y sufrir cuando
se le acerca alguien y le susurran que ese es el puesto para otro. ¡Seguro más
famoso de verdad que él!
Nunca
aceptan que hay verdaderos creadores dotados por la palabra y que hacen gala de
una humildad exquisita. Como yo.
¡Por eso
yo te digo amigo, no te dejes apenar por los soberbios! Ellos pasan y no dejan
huellas indelebles como los que de verdad valen ser leídos.
-Bueno,
tranquilízate. ¿Has escuchado el nombre de Saverio Luna? ¿Al que le dieron el
premio del diario El País de España, el que recibió el Cervantes el año pasado
y este año el Oso de Oro de El Mensajero de México?
- Quién
no lo va a saber, es un desconocido acá en el país, pero dicen las malas
lenguas que escribe con seudónimo porque en realidad es un ladrón de ideas y
textos. ¡Debe ser un grupo de esos que organizan chicos de la universidad le
tiran una idea y los hacen escribir y así ganan premios!- y soltó una carcajada
irónica.
-¿Nunca
se te ocurrió pensar que el tipo, el tal Luna, sólo quiere ser poco molestado
para escribir y no tener gente alrededor que lo moleste con entrevistas y lo
lleven como a un pajarraco de radio en radio y de set de televisión a otro?- lo
queda mirando a los ojos a la espera de una respuesta.
-No, es
un bastardo. No escribe bien y debe pagar por los premios. ¡Eso debe pasar!
-Yo no
lo creo. Permitime que te diga dos cosas: primero que Saverio Luna es mi
seudónimo y me dieron los premios sin yo saber quién me premiaba, más, nunca me
presenté a recibirlos personalmente. ¿Sabés por qué? Para evitar los malos
comentarios y la envidia, además no necesito que la gente me conozca, mis
libros hablan por mí. ¡Vos hablabas de la humildad y yo me aferré a ella! No me
sirve la soberbia, me choca y me molesta. ¡Eh, Matías no te vayas, por lo menos
saludame…Matías.
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