martes, 13 de octubre de 2020

LA CASA ABANDONADA

       El hombrecito, discapacitado mental, se atrincheró en la casa , asustado por todo, no hablaba con ningún vecino. “Hijo, no hables con extraños que te pueden hacer mucho mal”. Miraba con desconfianza por las sucias ventanas cuando escuchaba voces en la vereda o cerca. Pero el hambre y su indigencia, lo obligó a espiar a una buena mujer que vivía enfrente y siempre se acercaba a preguntar por la salud de la anciana madre. Luego se acercó a ella y le suplicó que lo ayudara a hacer compras y sacara con la tarjeta de débito del banco el dinero. ¿La clave? ¡No sé, invente una! La mujer medio escandalizada fue a preguntar al banco y al relatar la situación del muchacho, le dieron una clave para el ingreso a la cuenta abultada de la anciana.

            ¿Cómo está tu mamá? Y la respuesta siempre era : ¡Bien con un poco de frío, pero yo la arropo y la cuido bien! Hoy la puse cerca de la ventana al sol. ¡Estaba contenta! Y yo jugué con mis autitos y la pelota que me regalaron para mi cumpleaños.

            ¿Toti, cuántos años tienes? Yo… creo que así, dijo abriendo los dedos de las dos manos. ¡ Me parece que tienes más! Mamá dice que tengo treinta pero eso… bueno no me acuerdo. ¿Le gusta mi pelota de Boca? Ningún niño quiere jugar conmigo y mamá me dice que no me aleje. Pero Toti, ¿cuánto tiempo hace que no te bañás? ¿Qué, me tengo que bañar? ¡Hacele caso a tu mami y date un buen baño con agua caliente y jabón, champú en ese pelo y cambiate de ropa! De lo contrario no te voy a ir a buscar las cosas  al chino del supermercado.

            y…Bueno, si usted lo dice. Y corrió al interior. Pasó el tiempo, con la rutina de: ¿Cómo está tu mamá? Y ¿Te bañaste?

            Un fuerte olor repugnante salía de la casa. Los vecinos llamaron a los bomberos y a la policía. La buena vecina hacía como seis meses había dejado este mundo.

            Al ingresar a la vivienda el espectáculo fue de una película de horror: Primero murió la anciana, pero nadie lo sabía. Estaba sentada en su sillón muy arropada con chinelas y gorro, parecía una momia y en el piso, rodeado de sus juguetes el ya anciano Toti, se desintegraba por la inanición y falta de comida. Los roedores hacían su festín y la ciudad seguía con su indiferencia letal.

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