En mis noches de octubre escuché la promesa
de una pampa en horizonte ciego y peregrino.
Un perfume de lilas fraguó libertaria la calle.
De piedra la memoria del hombre en el exilio.
Inmóvil la mirada en las nubes de invierno,
los párpados cosidos con lágrimas de alambre
buscan el pan caliente para paliar el hambre
perfumado con sangre el dolor de su infierno.
Y un tango, sonata inconclusa del puerto viejo
profetiza a cuchillo, una historia con aroma de vino.
Así es mi Buenos Aires, mal aire la cobija
en la niebla de invierno con sudestada y frío.
Perfume de azahares en sus rejas se enreda
y una luz en la esquina le apaña
las heridas.
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