jueves, 23 de febrero de 2023

LA CORRUPCIÓN

 

            Dejó pasar el tren dos veces antes de subir al que había elegido. Desde niño supo que se quedaría con ese hermoso edificio de la ciudad donde vivía esa anciana de mucho apellido y medio excéntrica. ¡Claro que ella no se daría cuenta de la maniobra!

            Todo comenzó el día que su tío que trabajaba como sereno en el edificio del casino le contó la historia. Doña Primitiva es viuda y sin hijos. Viene de una familia de rancia estirpe. Siempre la lleva el chofer a una casa de campo que tiene en las afueras. Ella va con su caniche. No tiene familia y a mí me llena de billetes para que la cuide cuando sale.

            En el verano, antes viajaba en un auto descapotado a un lugar hermoso de la costa. Me contaba que el único problema era la arena que con el viento solía meterse por todos lados. Me pidió que le consiguiera una acompañante y la charlé a la muchacha que vive en el tercero “C” que es una aprendiz de bailarina. Ella encantada se fue con la señora y cuando regresó, venía que parecía había tocado el cielo con las manos. Le había regado hasta un abrigo de piel de zorro nuevo que ella ya no usaba. Ahora que cumplió los ochenta está más sola y enferma. Yo te digo es un tesoro en bruto la vieja.

            Así comencé a pensar cómo podía meterme en su vida. Doña Primitiva debía haber nacido en algún lugar y según comencé a investigar estuvo casada con un hombre muy adinerado que adoraba viajar. A veces ella no lo acompañaba. Para averiguar mejor fui al registro civil. Allí me presenté como ayudante de su notario. Les inventé una historia y el viejo carcamán que atendía por no molestarse en trabajar un poco más, me puso en las manos un montón de papeles sobre la vida y haberes de la señora. ¡Claro que le deslicé unos cuantos billetes! Y  ni me hizo firmar el cuaderno de entrada.

            Así me enteré que tenía tres departamentos en pleno centro, alquilados por monedas y que sus inquilinos le enviaban con el chofer, un viejo que se caía a pedazos.  Ella no los conocía. Supe de los campos en Chivilcoy y de unas minas en San Luis que según decían los papeles eran de oro, sí, tenían oro. Luego de sacar fotocopias de las escrituras, le agradecí en nombre de la señora Primitiva Méndez de Petrichelli, y me subí a un taxi. Llegué a la pensión y me puse a estudiar los ventajosos escritos.

            Pensé en inventar una vida nueva para mí. Yo era el hijo “bastardo” del viejo Petrichelli. En un viaje se había enamorado de una bella cantante y me había concebido sin que ella supiera. Me inventé un nombre bien tano y luego de averiguar, me dieron el nombre de un oficinista que por unos cuantos pesos me haría una partida de nacimiento en calle Uruguay. Me inventé una fecha aproximada de un viaje que mi tío le había preguntado a ella cuándo viajó a Europa y luego de varias idas y vueltas, porque el tipo no era ningún tonto le pagué el doble y me dio una nueva historia donde yo era hijo “ilegítimo de don Aurelio Petrichelli”.

            Dejé pasar unos meses y me presenté con la anciana. Me había comprado un traje de marca, zapatos “gamuza”, camisa de seda y hasta pasé por una peluquería de fama.

            Cuando llamé al departamento, salió el chofer casi ciego y me miró con cara de asombro. -Soy el hijo de Aurelio Petrichelli, y quiero hablar con la señora Primitiva.- Casi se cae de culo.

            Me llevó a un anticuado living y allí, apoltronada con el caniche que me ladraba feroz, estaba la mujer. Me hicieron tomar un té en vajilla de porcelana que en mi vida había usado. Le hablé de “papá” y le pedí mil disculpas por venir a arruinarle la paz de su vida… pero ella estaba feliz. ¡Hasta me encontró parecido al difunto!

            Yo le conté que una vez me había llevado a conocer la casa de la playa, claro, por mi tío sabía como era. Él, tenía un excelente detalle por la muchacha del 3ª “C” y entonces se secó unas lágrimas y me comenzó a contar historias de la casa. Yo me moría por dentro de risa.

            Volví con bombones y flores y me fue dando cada día más confianza. Me dijo que pensaba que por fin los bienes quedarían en la familia y que no le importaba que fuera de una escapadita de su marido que era un santo.

            Tuve que inventarme un viaje de trabajo y por supuesto con mi tío, nada. Él, recibiría su buena parte de lo que yo me quedaría. Llamé a un abogado conocido al que le pagué con la escritura de uno de los departamentos cuando Primitiva se fuera de este mundo. Firmó totalmente feliz, la pobre vieja. Un día que fui a comer con ella estaba hecha harapos porque su chofer se había muerto. Entonces ahí mismo me regaló el “Mercedes”.

            Cuando cumplió los ochenta y tres, le dio un derrame y mi tío la encontró muerta en el departamento. El caniche a su lado le lamía las manos leñosas y frías. Lo saqué de ahí y la chica del 3ª “C” se lo llevó. Enterré a mi” Madrastra” y me instalé en el departamento. Un amigo que se hizo pasar por abogado y escribano, sacó a los inquilinos del departamento que me quedaba y el otro se lo di al falso abogado. De un día para el otro fui dueño de campos casas y hasta del chalet del mar. Mi tío ahora vive como un “bacán” y yo acepto que nadie podrá demostrarme que hice, porque la corrupción de los oficinistas no me puede inculpar nada. Ellos caerían conmigo y como están bien Untados… todos están felices.

 

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