lunes, 10 de abril de 2023

EL ENCUENTRO


El esclavo negro le ayudaba cuando quedaba clavada en el barro apestoso de la calle de Los Peregrinos. Iba rumbo al único templo de anglicanos que se permitía en ese Buenos Aires de 19840, las mujeres la miraban de soslayo. Era inglesa. Rubia de ojos celestes y su cutis, antaño fresco y muy sonrosado, ahora era un triste pergamino amarillento

. El clima de ese país no era para damas como ella. Caminaba con sus zapatos de seda traídos de Londres en barco, y cada día la dificultad se hacía peor. (Dice Borges que ella había sido muy hermosa) y que la vida en la colonia, le jugó una mala pasada.

En las alforjas, el negrito, apretaba un fardo de espigas de trigo y semillas embolsadas para enviar a la Gran Bretaña. Pasó por la vereda de la catedral, salía un proseción a un santo de no sabía ella de quién se trataba. Había visto en la Recova a una figura fugaz, vestida con atuendo de araucanos o pampas. No le puso atención, ese ser dormía envuelta en un poncho hilachento.

Llegó al atrio del templo. Había varios caballeros bien ataviados a la usanza de Londres. También mendigos. Eran hombres hambrientos y rústicos que salían del arrabal, de los cuarteles del regimiento que arremetía contra los godos en el norte.

Su hermoso vestido de seda celeste arrastraba el lodo y la mugre de varias veredas de la ciudad. El cabello cubierto por una mantilla española, parecía las crines de un potrillo alerta en medio de las pampas húmedas. Comenzó a llover. Nuevamente corrió agua por el barro de la única avenida que circundaba el cabildo.

Entró por la puerta lateral del templo y encontró a Sir Williams Gray y a su bella esposa, recién llegada en una goleta desde Montevideo. El saludo, las presentaciones y un besamanos ligero. El asombro de la joven mujer al ver la piel de la dama. Mery Mac Stawsen apretó la mandíbula. Se ruborizó y escondió los pies. ¡Antes, había sido la esposa de un importante comerciante caído en una emboscada de pillos! Ahora trabajaba en el hotel Británico de la ciudad.

Luego de la ceremonia religiosa, el doctor Stone, la saludó brevemente y le preguntó por su hija. Una lágrima atravesó las curtidas mejillas de Mery. Él, sabía que un malón sse había robado a su pequeña hija Britain en el 38. Tenía apenas doce años y nunca más supo de ella.

Salió del templo como un viento de las costas altas de Irlanda. El negro comprendió que algo malo había vivido la señora, pero sólo atinó a desandar por el mismo camino. El fango era más pesado. En la Recova, frente a ella se paró una india de ojos azules y cabello rojizo como el de su querida Britain. Vestida con el traje pampa. Su rostro oscurecido y coloreado con pinturas rituales de los nativos.

Se plantó frente a ella. Puso algo en sus manos. Era el guardapelos de plata que llevaba de niña. (Dice Borges que no pudo hablar el buen inglés de su madre) y se inclinó para darle una puñalada en el vientre.

Regresó con sus dos hijos pampas hacia las tolderías de atrás de la frontera. Y dicen que cuando una dama inglesa camina por Buenos Aires, ahora, en el 2000, un frío les penetra por los huesos. Oyen, dicen asustadas, el grito feroz que da una mujer en un inglés poco entendible, mezclado con un grito gutural en un idioma desconocido. Y en el piso de piedras de la vereda, un charco de sangre forma el mapa poco claro de Gran Bretaña…

 

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