lunes, 10 de abril de 2023

LA COFRADÍA

 

 

Laureano llegó apurado, tiró sobre el sillón azul, la gabardina y el sombrero. Las llaves cantaban en sus manos temblorosas. Acababa de chocar en la avenida de Las Peñas. Justo ese bendito día tenía que accidentarse. Se miró en el espejo del dormitorio y vio un hilo de sangre que corría por su rostro. Se tocó la cabeza y se dio cuenta que tenía un herida pequeña pero profunda. Se cambió la camisa y se acicaló. Enfrentaría a las veinte una gran cantidad de personajes en la Facultad de Derecho.

Sacó del placard una chalina y se envolvió el cuello, escondiendo otra marca que le dejara el cinturón de seguridad con la compresión del choque. Se colocó un pequeño parche y salió. El coche estaba abollado y recordó la cara de agua fiesta de la mujer y el hombre del otro vehículo. ¡Qué pena! Subió por la colectora hasta la avenida y rogó no encontrar a los policías de tránsito. Por fin llegó al terraplén donde dejaría su automóvil.

Entró con cuidado por un pasillo poco transitado. Se oía a lo lejos el ruido de las charlas de los asistentes a la convocatoria del decano. Cuando abrió la puerta al salón se quedó paralizado. Allí, frente a él, estaban en pié a quienes atropellara en la calle Las Peñas. ¡Gracias al destino, se había detenido y entregado su tarjeta con los datos del seguro!

Flavio Olivera, se acercó y lo invitó a subir al estrado. Y Laureano, sintió que un fuego le atravesaba el rostro. Era la mirada pegajosa de la mujer. Con discreción le preguntó a Flavio quiénes eran esas personas… ¡Ah, los dueños de la facultad! ¡Ella es la hija del ministro de asuntos legales del gobierno saliente y su marido es consejero de la comuna! Sus piernas temblaban. Sus latidos se debían escuchar en el silencio de la noche.

El decano lo presentó: “Señores, con ustedes nuestro querido y recién galardonado Laureano Tancredi”. Se perdía el apellido con los aplausos. Pero un para de ojos verdes se incrustaban en su cuerpo, sus manos también tremolaban. Les había destruido el “Porche” en el choque. Y estaban allí, mirándolo como un par de mafiosos cuando quieren destruir a un enemigo. Sacó un papel de su bolsillo y trató de leer un párrafo. Ella, comenzó a toser. Y todas las miradas se dirigieron a la mujer. ¡Bueno es decir que era hermosa, elegante y denotaba fortaleza de carácter!

Se hizo un silencio y Laureano, comenzó a relatar lo que había sucedido unas horas antes. La gente lo miraba sorprendida. Y públicamente se disculpó. Por supuesto el hombre, aseguró que había sido un incidente sin mayor problema y que lo importante allí era el premio que la Cofradía le otorgaba al muchacho.

Cuando terminó el acto, el decano le indicó que se acercara al buffet donde lo esperaba un grupo de periodistas. Él, intentó escabullirse, pero fue inevitable. Los flashes de las cámaras lo desquiciaban, usó toda su paciencia contestando las preguntas. Al salir hacia la calle, vio su coche ardiendo sobre un pequeño círculo de gasolina. Junto a el, la mujer se había parado con los brazos en cruz. ¡Cómo lamentamos su problema, ahora tendrá en qué gastar el premio que le hemos conferido! Y se fue riéndo.

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