El hombre cayó desde el muro donde
creía que se podía esconder. Había entrado en una espiral de locura, donde su
único interés era robar el secreto de la familia más renombrada de la región.
Un estampido, rompió en
la noche y un balazo entró por su pierna, que realizaba un movimiento con
destreza de deportista hábil. Una rara mancha de sangre comenzó a mojar su
ropa. En silencio, agazapado y reptando subió a un vehículo que había dejado en
las cercanías. El motor se escuchó y rompió el secreto que lo apañaba.
La luna estaba opacada
por el polvo de un viento que avanzaba por la región y daba al campo y caserío,
el rubor de un caliente velo traslúcido. Le habían pagado una pequeña fortuna
para descubrir el secreto. No lo había logrado, tras los muros, mastines
entrenados impidieron su silencioso e intrépido ingreso. Un guardián corrió
para impedir que huyera. No logró su deseo. La orden de sus jefes era impedir
que se acercara ningún extraño a la casa.
De paredes gruesas,
puertas y ventanas blindadas, luces que en forma circular se movían buscando
extraños. Una alarma que habían usado desde que llegaron a ese paraje, no había
funcionado. El extraño la había desactivado. Los perros seguían nerviosos. Sus
caninos sobresalían en sus fauces renegridas. Las luces interiores estaban
apagadas.
Mientras recorrían los
alrededores, el herido había desaparecido. Su vehículo, había derrapado en la
granza del camino. En un recodo, abandonó ese automotor y subió a una
motocicleta de alta cilindrada. Le dolía la pierna herida. Se había hecho un
torniquete en la parte herida, pero sabía que era por unos pocos minutos una
solución y que si seguía con ese cinturón apretando las arterias y venas, podía
tener un problema peor. La muerte se le atravesó. Tenía que regresar.
Las luces del pueblo se acercaban urgentes. No quería que lo vieran. Se
alejó por un camino poco usado. La señal de su gente, le impidió detenerse. Lo
habían seguido o lo delataron. Lo siniestro era que no tenía muchas
oportunidades. Pensó en quién podía confiar. Recordó a Rachid. Ese energúmeno
lo había dejado tendido en un tatami en un juego de poder. Se jugaba por
dinero. Ahora, el tenía mucho. Su cuenta en una isla lejana, estaba gorda como
la ballena de su ex mujer. ¡Esa mujer que le puso el cuerpo hasta que se cansó
y se fue con el “Richard” un pelilargo que se fumaba hasta los “fasos” de
achicoria! El tipo, era un genio. Sabía armar bombas de humo y de las
otras. Según averiguó, había
luchado en varios frentes de las guerrillas urbanas de países del hemisferio
sur. Lo habían apresado y estuvo bajo tortura y vejaciones de todo tipo. Se
había “chalado”. Y cambió de vida. Se aplacó y tocaba la armónica o guitarra
con melodías átonas que rompían los oídos de los que amaban la música de
verdad.
Cuando encontró la moto advirtió que estaba al revés de cómo la había
dejado. Se agazapó y reptó en la tierra entre matorrales. Un caño le apretó el
cuello. Era un arma de sus enemigos. Lo tomaron con fuerza. Era Rachid, que
había simulado ser atacado por los “otros”. Lo atrajo a la casa donde esperaba
un pequeño grupo de amigos. Lo pusieron sobre una mesa que habían limpiado para
hacerle una asistencia en la pierna herida.
Despertó con el sol sobre el rostro. Su pierna ya no sangraba, estaba bien
curada. Abrió los ojos con dificultad. Su corazón era un tambor rítmico que
anunciaba que había fracasado. Tuvo miedo. ¿Cómo cubriría lo que le habían
depositado en aquel banco lejano? Rachid ingresó con una bandeja donde un tazón
humeante de té. Sonreía.
Te hemos probado. Tu trabajo de ayer, fue un simulacro. Dentro de un mes
viajas a tu verdadero “objetivo”.
Cerró los ojos y sintió que lo habían provocado, sintió una punzada en el
pecho. ¡Traición! Ellos me han traicionado. No habló más. El silencio le
permitió dormitar un rato. Perdió la noción del tiempo. Pasó un tiempo
impreciso y despertó con una luz fortísima en el rostro. Eran unos hombres de
“Negro”, y sintió el dolor agudo de un arma que le entraba por el pecho con la
dulzura de la traición de traiciones. La luz se fue apagando en su mundo. Un
mundo donde ya no encontraría la verdad.
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