EL BROMISTA.
Nació
con un destino marcado. Su padre se esfumó y su madre siguió como a un rayo de
luz en la tormenta al galán de teatro que pasó por su pueblo de provincia. La
abuela, dulce y generosa se atrevió a desafiar la vida y lo educó con esmero. Toda
su infancia fue estimulado y era feliz por eso y sólo por eso vivía haciéndole
chanzas y bromas a sus amigos. Ellos lo querían por su buena predisposición y
generosidad. Cuando terminó el ciclo secundario y su pueblo no tenía nada para
darle los profesores - amigos, lo instaron a viajar a la capital para ingresar
a la universidad. Allí logró honores y premios, becas y apoyo económico y
además el reconocimiento al alumno más divertido y brillante para los actos
académicos, donde descollaba por su ingenio. También conoció a una joven
inteligente, culta y refinada, a quien amó con natural presteza. Loco de
ternura y emoción la desposó en breve
tiempo, formando una familia hermosa y muy graciosa. Al tiempo nació su pequeña
hija Anelisa y después el pícaro Lautaro, que llenaba de dulzura sus vidas. Eso
no impedía que en el club y en su oficina, José Carlos no siguiera esa retahíla
de chistes y chascos de mil formas y modos con sus amigos y compañeros. ¡Se la
tenían jurada!
Una
mañana envió a su amada Lucrecia con los niños en su avioneta particular a
buscar a su adorada abuela. Allá fue la amante esposa y sus retoños. Cuando
promediaba el mediodía en su oficina comenzó a zumbar el fax. Mientras leía un
dolor agudo comenzó a aprisionarle el pecho. Se ahogaba y perdía lentamente la
visión. ¡Terrible accidente, avión estrellado en las sierra¡ ¡Imposible
recuperar a tu familia...! La luz se iba apagando en sus ojos, una sombra gris-
rojiza afloraba delante de sus manos que alcanzaron a tomar con fuerza el calendario
que en letras claras en color fosforescente decía..." 28 de
diciembre" Día de los Santos Inocentes, caíste en nuestras manos. Tus
amigos del club y cayó sin con un principio de infarto sobre su escritorio. La
ambulancia llegó junto con su esposa que desesperada le decía que lo
amaba.
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