miércoles, 27 de julio de 2016

SUEÑOS


EL HOMBRE SOÑABA QUE SOÑABA.

 

                        Y entonces caminaba el hombre sobre las plateadas crestas de las olas, semejante a un delfín sombreado sobre una selva virgen azulada. Caminaba arrastrando una enorme red de hilos giratorios donde atrapaba mariposas. Saltó un guijarro de granate desde la mano que sostenía un grito metálico, agitando la espuma fracturada de estrellas. Apareció una nave con el ancla elevada, esgrimiendo enganchado el cuerpo pálido de la mujer sirena. Voz de océano inventando en un desierto de extraña ingeniería, las voces, los corifeos estáticos que enhebran cánticos de amor pagano que se oían en las marejadas. Él, seguía caminando, sordo su oído a los clamores de la profundidad del mar donde habita la pasión cautiva. Soñó con tentar al demonio, para que le entregara el cuerpo casto de la mujer sirena que ondulaba la cola en el agua profunda entre las rocas. Vio una luz penetrando en su pupila. Dejó que llegara hasta la boca el rayo y salió de sus labios un pez de color ámbar como un haz de escamas nacaradas. Surcaron el silencio los sonidos sibilantes de delfín dormido. Abrazaron los senos fríos de la mujer sirena. Quería despertar. La luna se desplazaba sobre el vientre asexuado por la culpa ancestral de los orígenes latentes. Quería despertar porque estaba soñando que soñaba un tortuoso, agotador y desvariado sueño de espera, de quimeras vacías. Sus cuencas también vacías miraban el espacio desprovisto de planetas. Quería despertar de ese sueño que atrapaba su cuerpo contra el rústico suelo. Volcán árido. Gris estepa sin cielo. Desierto promiscuo de ternura. Comprendió que no despertaría aun...no bebería los besos de pasión...no había nacido y en el nido tibio de su placenta revivió otras vidas anteriores. Esperaría el duro alumbramiento, saldría al abrazo de esa vagina fenomenal de su madre parturienta. Pero sabía que apenas diera el primer vagido, olvidaría ese mundo maravilloso de otro tiempo.

 

 

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