POR LAS CALLES DE CUBA MI IMAGINACIÓN VOLÓ SABIENDO QUE MUCHOS JÓVENES ESTUDIAN MEDICINA EN ESE BELLO PAÍS. COMPARTO UNO.
DESPEDIDA
Lo
conoció en la facultad. Él había logrado el más alto promedio de ingreso gracias a su
inteligencia. Era alto ligeramente atlético, de manos y caminar refinado pero
muy masculino. Tenía la expresión alegre de una juventud llena de futuro. Se enamoraron
de pronto y rápidamente se relacionaron. Los verdes ojos de Alonso eran como un
mar lleno de chispitas de oro y plata. Ella salió segunda en los exámenes y su
tenacidad la hizo superar los pequeños escollos. No era muy bonita pero su
gracia y femineidad lograron junto con su talento incendiar el corazón del
muchacho. Salieron un tiempo.Un día Alonso le pidió que lo acompañara a una
cafetería en el bulevar y allí le planteó sus ideas. Ella descubrió que era terriblemente ambicioso y orgulloso.
Envidiaba a todos los que tenían algo más que él. Fue la primera desilusión.
Habló mucho de sus planes en el futuro. A ella no la incluía y eso la
sobrecogió. Pronto llegó la despedida. Él le llevó un ramo de orquídeas, le dio un
breve beso en la frente y desapareció por la ancha vereda de la Avenida de Palmeras.
Siguió la
muchacha su carrera en otra facultad en la Habana. Nunca lo
volvió a ver. Era tan extraordinario su desempeño que recibió su título de
médica con honores. Pronto llegaron las becas y partió al extranjero. Volvió
colmada de premios. Se había embellecido con su seguridad adquirida entre
sabios. Se especializó como investigadora en genética de la ceguera en infantes
desnutridos. Siempre viajando para dar conferencias siguió su vida dedicada a la
profesión. Era feliz. Estaba sola, soltera, pero realizada. Tuvo algunos amores
que no le dejaron marcas negativas.
Había
tenido un viaje un tanto desagradable desde Washington, por largo y tedioso. El
simposio donde dio su cátedra la había cansado. Había llegado a destino en su
ciudad, donde desarrollaba sus experimentos. Tomó un taxi y atravesando la
ciudad arribó al hotel Continental, uno de los más antiguos y cómodos. Allí
tenía una habitación donde residía desde que había dejado un departamento en
pleno centro para no complicarse con temas domésticos. Allí tenía una libertad
total. Al tratar de abrir la portezuela del coche, una mano tremolante y sucia,
lo hizo y extendiéndola, pidió unas monedas. Ella sacó un billete chico y
cuando se lo estaba dando sintió su nombre en los labios del hombre. ¡Lo miró
asombrada, los ojos verdes habían perdido las chispitas de oro! Un dolor agudo
le penetró el espíritu y el cuerpo...cuando quiso reaccionar, él horrorizado
corrió arrastrando una pierna grotesca, llagada y purulenta y se perdió entre
la multitud en la Avenida
de las Palmeras.
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