martes, 12 de julio de 2016

Cuento INFANTIL: EL VIEJO MAGO DEL BOSQUE


!       EL VIEJO MAGO DEL BOSQUE.

     Camino por el sendero que se ha formado entre los enormes cedros. La mística montaña emborracha con su luz de nieve colorida de extraños matices solanos. Allá está el tronco caído por la infalible tormenta de la noche. De mi boca sale un cálido vapor. Mi aliento tibio. Vida que me parece arrebatada a cada paso por mis penas viejas. El perfume de la tierra húmeda y los silencios del bosque. Los pájaros que asustados huyen sin rumbo para regresar pronto a sus nidos. ¡Si me conocen! Ellos saben dónde encuentran alimento en el invierno.

     Cabizbaja, trepo por una zona áspera del pequeño bosque. De repente se presenta ante mí un anciano. De rostro acuñando mil años de historia y sufrimiento. Mirada bondadosa. Manos como cepas de vides prontas a la cosecha.

     Su presencia inesperada me deja perpleja. No sé quién es, no lo conozco y sin embargo...parece que hiciera miles de años que nos conocemos. Me detengo y me siento en una roca. No me gusta. Está fría. Me busco un tronco muerto. Allí sí, me quedo quieta.

     - Hay cosas que no tienen la audacia de irse para siempre.-

     - ¡De tantos modos muere el hombre! y yo acá sólo encuentro en el silencio que los que se fueron están más cerca de mí.

     - Es verdad, mi querida, mi pequeña... El sueño es la memoria del olvido. Pero recuerda que soñar a veces ayuda a completar esa parte escondida de nuestras penas.

     -A veces uno se siente sin nada, con las manos vacías. Yo tengo las manos apretadas y quietas. No tengo ni lágrimas, ni vuelo, ni sueños.

     - Entonces apenas somos unos condenados a plazo fijo. Según tú no hay esperanzas. ¡No lo creo! Te prestaré mis alas para que eches a volar y encuentres un país donde refugiarte, el mundo de los sueños.

     - Pero... si me alejo de este lugar, estaré aún más sola. Y tú me quieres obligar a regresar a un mundo inhóspito sin el amor de ellos... mis muertos. Tengo la simple eternidad que guarda el polvo. Allí en la simiente estará la flor que en cada primavera surgirá en mis ríos de agua dulce. Déjame mi pena.

     -La pena debe ser como la imagen que, lejanamente, como un caballo se hunde en el mar. Un mar que deje  ingresar la esperanza al centro mismo de la vida.

     - Ahora siento una pequeña luz en mi desierto lleno de escombros grises. La luz se muere en la esclavitud de una lámpara de un tenue color ámbar. El color de los ojos de mí los que amo... Una lámpara de luz celestial, cósmica, misteriosa.

     - Te repito eres tan frágil como la cola inestable de un cometa. Pero...no olvides que cada pequeño instante...refleja las rocas eternas del principio de la vida. Ausentes las piedras duermen su fatiga de siglos. Guarda tu lámpara encendida.

     - ¡No te alejes en la lluvia de pétalos de pasión encendida que te rodea! Eres un rayo inexplicable. Voy a enterrar los silencios. Los trocaré por caracolas y auroras plenas de libélulas iridiscentes. ¡No te vayas!

     - El tiempo apremia. Mi tiempo se termina, soy la nada. Adiós.

     - ¡Por Dios regresa... mi corazón te extraña ya aún viéndote en el trasluz glorioso de mi bosque!¿Te alejas? Vuelve.

     ...Y seguí allí desarmando mi nuevo crepúsculo. Mis silencios y mis tristezas. Dejo volar mis penas como pájaros que migran al oriente. Abro grande los ojos. Comienzo a caminar hacia la cabaña tibia. Me sentaré en el portal a esperar la noche. Abro las manos para que escapen los suspiros. Respiro profundamente el aire puro y vuelvo. La lámpara está encendida...alguien me espera. No estoy sola.

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