Estoy harto de escucharte los insultos por eso
me voy, dije enojado. Tu manera de expresar la ira es inaceptable. Miro a mi
alrededor y sólo escucho frases hirientes e inoportunas. Parece que un demonio
ha penetrado tu corazón. Sigue así y perderás a todos tus seres queridos, nadie
te respetará y serás el hazme reír de tus compañeros. El profesor de gimnasia
seguía hablando sin dejarme decir, que me habían robado todo el equipo de
fútbol que le costó dos sueldos a mi abuelo. Era muy injusto. Los chicos se
reían y cuchicheaban dándose codazos.
Yo tenía ganas de llorar, pero si me veían así,
sería peor. Elpidio me hizo un guiño, él sabía dónde lo habían escondido. Yo
encima me enfurecí más y me le fui. Le dejé un ojo morado. Entonces de las
palabras a las sanciones, me echaron del club.
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