miércoles, 17 de febrero de 2021

UN HIJO INAPROPIADO

             Amancio Ortubia, había nacido entre los surcos de la viña. Su piel solo tenía el dolor del sudor agrio del sol fiestero. Se crió guacho y pobre... una mujer lo había dejado en la puerta del negocio del pueblo y un alma caritativa lo crió un tiempo. Pero…

           Un día lo buscó Zahir Músase, un vendedor de fantasías, chucherías, pócimas, y mil objetos llamativos. Se aquerenció en su caserón grisáceo, maloliente y sucio. Fregó paredes, pisos y un fogón tiznado, limpió vidrios y puertas. Amancio había quedado afuera. Zahir sólo impuso eso. El muchacho viviría en una piecita en la parte de atrás...y la letrina cerca. Nunca fue a la escuela pero sí a trabajar la chacra, con sus añitos a estrenar coraje de lavarse con agua helada en invierno; en esa palangana podía higienizarse; a bañarse en el tanque de cemento en la finca vecina del Tito, en los días calientes de enero y febrero.

            Trabajo le sobró siempre. Aprendió a podar, a aporcar y aprendió bien los injertos de toda clase de plantas. Los vecinos lo venían a buscar para que les hiciera la poda en los durazneros, perales, ciruelos y las señoras en los rosales...todos le daban algo. Un pantalón casi nuevo, unas zapatillas o una chaqueta de lana. Sólo muy solito se fue haciendo grande. Una tarde, casi a la oración, don Zahir lo llamó asustado...ven Amancio...tu madre....no se ve bien, La pobre mujer parece que no respira. Llamé un médico y dice que no está bien. Él, se acomodó cerca y vivió el dolor en los ojos de esa mujer que no sabía que era su madre. Ella había escondido su maternidad. Prohibida por Zahir. Ella criolla y él, un libanés religioso. Machista y presuntuoso. ¿Cómo iba a aceptar que esa pobre infeliz le había dado un hijo?

 

 

 

 

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