Cesa el sonido de la ciudad enloquecida
Y me despliego sobre las sábanas despiertas
Comienza el sonido dentro de mi cuerpo
Una cascada que se distrae entre las piedras
El murmullo de las hojas del plátano umbroso
Crepitan las ramas de pino en mi cerebro cansado
Dándole un profundo espacio a la resina, al fuego en el hogar
¿Es mi cerebro un nido colmado de pájaros en celo?
Miente mi corazón con el sonido frenético del seso
Que acopla el runrún del pecho al alma acongojada
Las sábanas me aquietan. Duerme me dicen.
En sueño escucho el zigzaguear de mis neuronas
Que mastican el sueño delirante y bello. Duermo.
Es mi mente febril la que me invita a callejear
Entre las sombras o al costado de un mar infinito
De turquesa y cobre donde el sol calienta mi voz.
Desde que el tiempo me ha hecho anciana hay un ruido
Que atraviesa mi día y mi silencio en la noche.
Sonidos nocturnos con silencio citadino fluyen.
A veces, escuchando a Bach o a Beethoven se sosiega
Y regresa luego con airado brío. ¿Caminan mis células?
¿Se entrechocan discordando o disputando el espacio?
El cerebro construye una fuente mágica con palabras
En un idioma desconocido que galopa entre mis venas.
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