ÉL
La vi cuando pasé por la esquina; estaba quieta y triste. No supe porqué causa me acerqué a mirarla. Era, como un inmigrante ilegal de la belleza. Una diosa pagana. Su piel de una pálida luz ambarina me produjo una extraña sensación en el cuerpo. Temblé y me animé a hablarle. Sus ojos negros...quietos. Profunda la mirada, me habló con una chispa de topacio caliente. El cabello me envolvió entre sus rizos y la tomé de las manos. Me condujo a su lecho. He vivido un éxtasis de muchacho inexperto, sus pechos suaves, blancos... creo que la he soñado. No quiero despertarme. Pero debo dejarla afuera me espera mi verdad y mi vida.
Mi inexperiencia luego de abandonar a mis padres, me trajo a esos brazos. Nunca imaginé que viviría un amor tan efímero. Su abrazo me dejó miel en la piel y en la garganta. Un suspiro insospechado. Yo pensé que como mi madre me decía: “Hijo, debes ser un ángel para Dios”. Nunca una mujer en tu vida, ni un amor que no sea mi regalo, mi aceptación.
Pero la vi allí, tan frágil. Tan virginal,
tan simpática que no me acordé de los consejos de mis padres. Ellos me habían
destinado a un convento en la sima de una montaña sobre
ELLA...
¡Cuánto lo hubiera amado...! Sí, cuánto, si lo hubiera conocido antes de esta larga infinidad de tristezas. Es como tener en mi lecho un premio a la belleza. Era hermoso su rostro de muchacho bisoño. Su piel morena y tibia me trajo otros recuerdos. Su pelo perfumado... su voz, su sexo tibio. ¡Qué corto es el instante que tuve para él, necesité su ayuda.... mañana vence el alquiler y la dueña, no repara en mi pena! El sol se está escondiendo y debo volver a la calle a buscar otro hombre... ¡Qué vida que me ha dado la muerte de mi enamorado!
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