Euterpe se asomaba en el pinar con
su flauta de plata. El sonido saturaba la belleza de la brisa. El agua caía
derrochona en el pedregal desde la altura de cornisa al abismo. Así la soñó el
chico rústico que pastoreaba en la colina del poblado de hispania. Los animales
caminaban entre las piedras buscando hierbas frescas sin rodar por el risco.
Jordi se despertó y miró el sol que
se iba recostando en la frontera este y calculó que pronto escucharía las
campanas de la ermita que llamaban a oración. Su alforja llena de setas y
piñones, llenarían de alegría a su abuela y a madre.
Tenía frío. Sentía sus
piernas duras por el aire helado que azotaba en esa zona que le permitía llevar
su majada a pacer. De la bolsa que llevaba atravesada al pecho sacó un trozo de
pan de centeno y queso de oveja que hacía su madre. Estiró los brazos y el
cuello, que entumecido le permitió soñar con otra vida.
Recordó la figura que le
mostró don Jaime, el padre cura, con las imágenes de una señora con un niño pequeño
en brazos, retozón el crío. Le había hablado de tantas cosas que se mezclaban
en su corta frente, y su corazón razonaba que no podía ser que en ese lugar tan
lejos de la gente, se viera una dama tan gentil y bonita como esa.
Bajó por la pedrera hasta
la casa, metió la majada en el capril y se animó a entrar. Por la puerta del
frente vio un caballo ensillado con alforja de cuero y plata que brillaba, con
los últimos rayos de sol del poniente.
Entró, callado y simple.
Vio a su madre en el suelo. A su abuela en el lecho. Un charco de sangre
envolvía el silencio. Un cuchillo en la mesa. El fuego que apenas iluminaba la
figura de un hombre. Era don Jaime que sostenía el cuerpo de su padre con un
tiro de pistola en las sienes.
Jordi no entendía nada.
Don Jaime se acercó y abrazó al niño. Tu padre ha bebido tanto… que perdió la
conciencia y ya ves, ahora estás solo con tus ovejas. Cayó de espaldas y vio a
Euterpe que venía caminando con la flauta de plata y besaba su frente y la
música envolvía la estancia donde todo parecía que estaba en medio del pinar, y
la bella Señora con el Niño se acercaba a besarlo en donde había caído como un
trozo de piedra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario