UN NIÑO
El callejón parecía despertar de grillos y ranas que apareaban la tarde en agonía.
Un chiquillo escuálido salió corriendo de la casa tras el hombre. Llamaba a gritos.
El hombre, sordo, continuaba su camino. Logró alcanzarlo. Se trepo a sus brazos apretó sus piernas alrededor de la cintura y lo rodeo de besos. La mujer parada a la distancia abrió los brazos en cruz. Su imagen quedó cincelada en bruma y carne. Él, lentamente regresó. El niño estaba tibio de sonrisas. La mujer contuvo una lágrima de fuego; sabía que al regresar él, su vida volvería a ser una carga de roca incandescente. Entro prendió la lámpara. Estiró un mantel a cuadros y distribuyó tres platos sobre la mesa. La noche fue más oscura que nunca.
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