Una hilacha de algodón blanco y azul
abraza el cuerpo inerte de un doliente
manos rugosas con venas de amor y
de ternura
acicalan la deforme piel que envuelve un niño moribundo.
Nada te amenaza, ni el hedor ni los gusanos. La lepra no te asusta
Santa Madre Teresa allí en Calcuta, lejos de tu hogar y de tu gente.
Son tus hermanos que no tienen Nada, nada de nada y tu le entregas todo.
Tu alma tu cuerpo, tu débil fortaleza, tu Fe y tu amor…
Casi descalza desandas las “chabolas”, casi desnuda caminas junto al
Ganges
para ayudar aquellos que dan su último suspiro.
Muchos te aman, todos te respetan y ¡Eres tan grande y tan pequeña!
Pronto se acercan otras mujeres a entregarte su destino. Te siguen
en la búsqueda de un mundo de justicia y hermandad cristiana.
Ahora en los rincones más pobres de la tierra… van caminando
con los “saris” blancos y azules aquellas que te acompañan en amor
fecundo.
Es un hábito que lleva esperanza a quien precisa unos brazos fraternos
Es tan sólo el reflejo del Amor de Teresa repetido mil veces…
Dios proteja su lucha y su agonía. Cuídalas señor del atropello
de los que no creen en
¡Amen hasta que Duela!
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