Después... todo fue
distinto.
Allí donde estaban tus
manos de arenas carmesíes.
Nadie besó mi boca poblada
de palabras nacaradas,
Ni llenó mi vasija con
pétalos azules.
Tus pasos resonaron con
ritmo de tormenta
Y apreté mi silencio entre
los brazos firmes.
Carcelera de ayeres que
ostentaban tristezas.
Un espasmo de nubes me
envolvió recelosa.
¡Sólo quedaron salvos mis
ojos sorprendidos!
Con mirada de ensueño y
arpegios
De mar embravecido.
Adormeció mi espera un
vino agridulce,
Un pan triguero,
Aceite y una lámpara
quieta.
De tu cuerpo de piedra y
alabastro,
cayó entre mis escombros
la nube milenaria
Con lágrimas de ensueño,
de paloma y de estrella.
Por eso me detengo.
Quiero reconstruirme.
Seré una esfera nívea y el
futuro me espera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario