jueves, 22 de junio de 2023

¡CUÁNTA ENVIDIA!


 

Se casaron muy jóvenes, Consuelo diecisiete y Plácido veinte. Recién salido de la mili, con un enorme amor de besos y caricias. Él, comenzó a trabajar en una empresa metalúrgica alemana, ella aprendió a coser con la abuela Filomena. De sus manos comenzaron a salir hermosos trajes, vestidos y blusas, que las clientas adoraban.

Vivieron unos meses en casa de los padres de Plácido, pero su hermano Miguel, pidió autorización para casarse también y vivir allí.

Así comenzaron los embrollos. Belinda, la novia de Miguel, venía de otro pueblo. Ciudad más grande e importante, su idea era ser patrona y dueña. El novio, soñaba con tener un sitio propio, pero recién empezando en una oficina del estado, pocas posibilidades le quedaban. La muchacha, Belinda, era un par de años mayor, y de fuerte carácter, comenzó su vida de esposa dándole órdenes a su suegra. ¡Esto se ubica acá, y esto otro es tan feo que se va! Así, Consuelo y Plácido salieron escapando de ese lío.

La abuela sacó sus ahorros de toda la vida y puso en manos de los muchachos las pesetas para dar entrega en un pequeño departamento, junto a las vías del tren de Valencia.

Trabajaron duro, ambos juntaban cuotas tras cuotas para pagar la hipoteca. Decidieron no tener niños por un tiempo, hasta estar desahogados. Llovían pedidos de trajes de novia, de abrigos y toda clase de ropa que complacía a las señoras principales del pueblo. El placer de Consuelo eran las plantas y las flores. Crecían en el pequeño balcón de su vivienda. ¡Es un primor, decían la abuela y la madre de Plácido! Y Belinda se mordía. Esa bruja hace todo bien y yo no valgo un duro para esta gente vulgar que me rodea.

Pasaron unos meses, unos años y los niños no venían. ¡Claro, era una nueva era, la de la píldora! Y los mayores hablaban soto voche, indirecta aquí e indirecta allá. Pero esquivos trataban de evitar dar una fuerte respuesta. Belinda dio su opinión. Consuelo  debe ser estéril. ¿Qué? ¿Tú como lo sabes? Y discutieron en casa de sus suegros, hasta que el anciano, se enojó. Un manotazo en la mesa, hizo caer las copas y platos al piso, haciendo un ruido atroz. ¡Silencio! Cada uno hace de su vida lo que quiere y puede. No se hable más del asunto. ¿Y Tú, mujer, acaso no puedes tú tener hijos? Que tanto te preocupan tus cuñados. El silencio desparramó preguntas sin respuestas.

Cuando ya la hipoteca se había reducido, Plácido llegó del banco con la novedad que podían pasar a vivir en un lugar más grande, cómodo y cercano al centro. Allá fueron y el departamento era precioso. Consuelo con sus manos de hadas, hizo cortinas hermosas y colchas exquisitas. Las plantas se veían gloriosas. Para inaugurar el nuevo hogar invitaron a toda la familia. ¡Oh, sorpresa, Belinda llegó hecha una furia! Quién sabe con qué dinero han logrado esta casa. Dejó una duda dolorosa en el corazón de los padres.

Al los dos meses, Consuelo supo que venía un niño. La alegría de su gente fue de fiesta. Engordaba su vientre y engrosaban sus piernas con el movimiento de la máquina de coser. Pero llegó la cuñada con una noticia: ¡Estoy embarazada! Nacerían los críos casi al mismo tiempo.

Y nacieron dos niñas y otra vez discusiones. Le pondremos Pamela, no Pamela será la mía. Entonces Irene, no como mi tía, dijo Belinda. Y busca que te busca, pensaron no decir nada y ponerle Abigail. Y al bautizarla, la cuñada mostró la hilacha… ¿Nombre extranjero ese? ¿Una antigua novia de Plácido tal vez?

Consuelo y Plácido la echaron. Sal de nuestras vidas y quédate con tu envidia, que si pudieras, le pondrías el mismo nombre. Así y gracias a la buena disposición de ambos, hoy tienen una vida feliz lejos de Belinda y de vez en cuando, Miguel viene en escondidas a comer paella con sus hermanos y sobrina.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario