La
estación llegó con poca euforia. Un verano con viento helado unos pequeños
copos de aguanieve que caían sobre la calle verde por las lluvias. El barro
acosaba los vehículos y la gente saltaba de piedra en piedra para no empaparse
con salpicaduras sucias.
El
muchacho cruzó la calle de un salto olímpico y saludó con la mano en alto
mirando hacia la ventana de Nicolás. Éste sonreía la ver el flaco rostro helado
y la abrió, gritando eufórico. Un grupo de mujeres envueltas en ropas invernales,
se volvió a espiarlos; sabían por el periódico la razón de tanta algarabía. ¡No
puede ser que justo hoy que comienza el verano, nieve! El mundo está loco como
todos nosotros, se dijo y subió las escaleras de a dos en dos.
El
calor de la cocina le achicó el hambre, la anciana Loreta, estaba trajinando un
pollo asado y papas que sabían a exquisitez. Desde atrás la abrazó por la ancha
cintura y ella le zampó un cucharón de madera en la cabeza. Brincó y se tiró en
el sillón… ¡Ganamos Nicolás, ayer creímos que el mundo se terminaba y hoy somos
los ases del pueblo!
No
te vuelvas loco, Renato. Falta un tiempo para que se vea el resultado de
nuestro esfuerzo. Además, hay que ver si Susana nos apoya, tu padre ¿qué dice?
¿Acaso están todos de acuerdo? ¿Loreta, crees que será un éxito nuestra obra?
Yo por las dudas comienzo a prepararme para ir a Valle del Ángel, para
conquistar un público conocido.
Nicolás
siempre viendo fantasmas donde sólo existe el sol. Mira Susana, estoy seguro
que aceptará el papel de hija malvada y su amiga Carla, a quien buscaremos para
el papel de madre, también querrá. Mientras tanto voy acomodando los platos y
comemos.
¿Quién
te invitó? Nunca traes nada ni siquiera vino barato o pan, cualquier cosa. Vienes y te invitas
solo como si fueras de la familia… bueno sangre de los Torres corre por
nuestras venas.
A
mí me invitó Loreta. Y lamentando mucho soy tu medio hermano. Nuestro
queridísimo padre era un enamorado de cuanta artista pasaba por el pueblo…
gracias a Dios, mi madre se quedó. ¿Cuántos hermanos y hermanas caminaran por
las calles de las grandes capitales del mundo?
O
tal vez son empleadas en oficinas lúgubres, limpiando baños y aguantando a
hombres como papá. ¿Un loco o un demonio, nuestro progenitor? Bueh, vamos a
comer, el perfume de la comida está despertando el monstruo en mí.
Entre
chanza y charlas, pasan las horas. Discuten a quién le pedirán los decorados y
la ropa. De repente Renato mira el reloj
y se disculpa. Me voy gracias por todo. Pero tengo una cita. Y sale corriendo
como llegó.
Es
la noche del estreno y una larga fila de conocidos se prepara para ver la obra
ganadora del premio Atelier. Al ingresar a la sala, la oscuridad desafía la
vista y tanteando la gente se acomoda. Una pequeña linterna ayuda a los más desorientados.
Desde detrás de la sala, un alarido saca de su asiento a la mitad del público.
Así comienza el único acto y por el pasillo central corre una joven vestida con
una túnica ligera y un enorme cuchillo en la mano. La sangre brilla con la luz
que va encendiéndose lentamente.
En
el plató una mujer yace caída, muerta e inmóvil. Es Carla, que ha sido
asesinada por la hija, Susana. Entra
Nicolás vestidos de policía y Renato como médico… la obra sigue su curso. ¡Pero
algo hace que se detenga en la parte final, una Loreta vestida totalmente de
negro, cae en medio del pasillo con un ataque cardíaco. Nada se puede hacer,
los aplausos quedarán para mucho tiempo después.
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