Necesito
una enfermera que me ayude con mi madre. Se está muriendo.- dije a la mujer en
el hospital público. ¿Nadie puede ayudarme? Con las muletas no puedo moverla,
es ella o yo. Pasó un largo tiempo, y apareció un médico joven que estaba de
guardia y parecía exhausto. La atendió lo mejor que pudo y recibió unas
palabras de su idioma natal irreproducible. Había vuelto a su infancia, demente
y malvada. Me miró con piedad y me sacó de la sala. Me explicó que estaba muy
mal y que esperara lo peor. Le di las gracias y llamé a Berthe y a Roberto.
Vinieron lo más rápido que pudieron. Mamá cambió de actitud, apenas oyó la voz
de mi hermana.
A
mí nunca me habló si no era para maldecirme e insultarme. Yo era la culpable de
todas sus desgracias. Ahora se que en mi semilla hay un futuro mejor, yo no
seré como ella.
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