Las piedras del estrecho camino
malgastan las suelas de los zapatones de Jeshua. Un olor acre a sudor mezclado
con excremento humano y orín, cachetea el buen humor del joven arqueólogo. Su
buen gusto y educación refinada lo deja pávido. ¿Eso será todo el tiempo? Ha
llegado a Tel Aviv, el jueves. No quiso esperar el sabash, para conocer la
sinagoga más famosa entre los conocedores de arte de París. Cuando ingresó, lo
afrentaron los enormes bitreaux de Marx Chagal. ¿Qué maravilla! Quedó un rato
largo disfrutando el ingreso del sol en los cristales multicolor. Pensó en la
gente de África y recordó sus disputas con ciertos clérigos católicos. Sonrió.
Un rabí se acercó y lo invitó a salir. La sorpresa lo dejó en silencio. ¿No
estaba siempre abierta la gran sinagoga? No. Hay atentados, dijo el rabí y
suavemente lo empujó cerrando la enorme puerta. Tras él, quedaron sus
contradicciones.
Ya en la calle buscó un taxi e hizo que
lo trasladara a
Camina sin detenerse. Allí el olor es
diferente. El vientecillo alarga el perfume del mar lejano. Sonríe. No es muy
diferente del metro de París. El tufo humano, ahora que se ha poblado de gente
extranjera: árabes, africanos; esta población es idéntica a la parisién. Reconozco que los parisinos no somos muy
amigos de gastar agua en duchas largas como los americanos, pero toda Europa
tiene poco agua y el mundo estará en guerra por el agua en los próximos siglos…Recuerda
su beca en New York. Allí no era un lujo bañarse. Sigue transpirando para
mimetizarse con el gentío. Su meta es la tumba que ha encontrado debajo de un
antiguo muro Rudolf, apenas una semana antes. “Es del siglo I, y está intacta”
– ese fue el e mail que recibió. -“Ven urgente” - y para allí partió en cuanto
tuvo su visa aceptada. Convocatoria y solicitud que emanaba de un equipo
multidisciplinario, que si bien estaba diseminado por otros territorios, se
juntaba en 48 horas tan pronto se comunicaban.
Primero llegó Celso Mucci, especialista
en excavaciones; luego Damaris Hainzhë, doctora en desconocidas lenguas
muertas; a Chakravarty Dattha, joven indi, investigador de las interrelaciones
religiosas de oriente y occidente, costó recuperarlo, ya que estaba prisionero
de los talibanes y se tuvo que recurrir a una fuerte presión de príncipes
sauditas. Su liberación fue aplaudida por el mundo entero. Julios Patershonn
llegó tras él. Geólogo e ingeniero avezado en capas tectónicas, era
imprescindible para este trabajo y estaba en la zona de Nazca. Los demás eran
colegas de Israel. Conocen su suelo, sus costumbres y nos facilitarán el
movimiento. Pensó y comunicó al equipo ávido de comenzar.
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